Pasé muchas tardes de mi vida en la biblioteca pública de El Fontán. Buscando libros, anotando ideas para futuros proyectos, escribiendo relatos... La otra tarde, Ángela Martínez y su grupo de lectura me invitaron a hablar allí sobre mi libro. Fue un momento mágico estar sobre el escenario del Salón de Actos, hablando de "El extraño viaje" con Alberto Suárez, editor de Publicaciones Ámbitu y amigo desde los cinco años. La complicidad resultó inevitable. Son muchos años de amistad sobre nuestras espaldas. Con todo el tropel de momentos buenos, malos y regulares. Creo que conseguimos algo importante: que esa complicidad no excediese los límites de lo privado. No resulta fácil estar sobre un escenario hablando con alguien tan cercano. La gente aplaudió y valoró esa complicidad, las preguntas que, saliéndose un poco de los tópicos, Alberto había preparado y que yo, por supuesto, desconocía. También sus pinceladas de humor, que sirvieron para no hacer demasiado denso el discurso y darle un toque informal a la charla. Recordé, subido sobre las tablas, muchas de aquellas tardes que pasábamos en la casa de mis padres o en su apartamento de Luanco, con el rumor del mar al fondo, dándoles vueltas a las cosas, a una idea, a un guión, a una obra de teatro, a un relato... La vida, la nuestra y la que teníamos alrededor, siempre eran una buena base para ello. Como decía esa misma tarde en la biblioteca, al hilo de alguno de los textos, no hay nada mejor que sentarse en un banco de cualquier ciudad y observar todo lo que se mueve alrededor. No hay mayor riqueza para dar rienda suelta a la imaginación. En ese transitar de gentes e historias, está la esencia de la vida. La que han sabido captar los mejores creadores.
Mucha gente lo desconoce, pero Alberto, más allá del trabajo en su empresa, es una persona sumamente creativa. A veces se dispersa, lo que tampoco es algo negativo si lo consigues controlar, pero debería centrar todo su (importante) talento en la fotografía. En su casa y en sus carpetas hay fotografías maravillosas que sólo unos pocos hemos visto, y que están llenas de esa chispa que otorga a cualquier creador una personalidad. Su mirada, con los años, como la de todos nosotros, ha cambiado: la vida y sus consecuencias, ya se sabe. Y pienso que esa evolución es muy positiva para su creatividad. Esa creatividad que, pese al duro trabajo, no debería de quedar adormecida, como le recuerdo miles de veces. Sé que dentro de unos años, venciendo los miedos y la timidez, se animará a hacer una exposición con sus fotografías y más de uno se quedará perplejo, con la boca abierta. Tiempo al tiempo.
Vuelvo a la biblioteca. Patricia Hevia y Marian Sevares, tan cómplices ambas en sus respectivos estilos y maneras de ver el mundo, leyeron impecablemente los textos que habían elegido. Se notaba la sincera emoción que sintieron la primera vez que lo hicieron y el nudo en la garganta que denota la transparencia y la sinceridad. Gracias, chicas.
En la biblioteca pública, sí, la otra tarde, era inevitable que "El extraño viaje" hiciese allí una parada. En muchos de los libros que la habitan, está el origen del mío.
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