Fernando conserva las llaves de la piscina pública desde los tiempos en los que trabajaba allí de guarda de seguridad. Entonces, estaba casado y tenía una hija, Andrea, recién nacida. Ahora, cosas de la vida, ya no está casado, su hija tiene cuatro años y la ve quince días por el verano y un fin de semana de cada dos, pese a que tanto a él como a la niña les gustaría verse mucho más a menudo. Por las noches, cuando cierran las instalaciones, abre con su llave secreta, entra en el vestuario masculino, se quita la ropa y nada en la piscina grande durante, al menos, una hora. De un lado a otro, con el estilo de siempre, bajo el cielo nocturno que se vislumbra a través de la cristalera. Es el único momento de la jornada en el que hace caso de las recomendaciones del médico y en el que piensa que todo puede cambiar.
(Este texto fue leído por la escritora Soledad Puértolas en el programa La Ventana de verano, de la Cadena SER)
(Este texto fue leído por la escritora Soledad Puértolas en el programa La Ventana de verano, de la Cadena SER)
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