Si tuviera que quedarme con una sola de las muchas virtudes literarias de Elvira Lindo, incluyendo su capacidad para afrontar con absoluta maestría todo género que se propone y su maravillosa aportación a la literatura infantil y juvenil -con el personaje de Manolito Gafotas, convertido ya en clásico indiscutible de nuestras letras-, me decantaría por esa cualidad magistral que posee para atrapar el detalle, los detalles. Esos detalles que se esconden en las vidas comunes y corrientes, en los hechos cotidianos, en el complejo y fascinante mundo que nos rodea. También, claro está, en las calles. Elvira, como ha dicho en muchas ocasiones, es una gran callejera. Le encanta recorrer las calles, pasearlas, vivirlas a fondo. Y atrapar, como saben hacer los grandes escritores, ese detalle, enorme o pequeño, siempre significativo, que está ahí, como una lucecita, para que alguien lo observe y lo cuente. Nos lo cuente. Pienso ahora en ese gigante de las letras y de los detalles, Truman Capote, y en ese cuento genial, incluido en "Música para camaleones", en el que acompaña durante una jornada a su asistenta en su trabajo por diversas casas de Nueva York. En su sencillez, está su grandeza.
Calles de Madrid, de Nueva York, de Roma, de Cádiz... Calles y más calles: todas son válidas. Calles para perderse, para reencontrarse, para atrapar ese detalle que a los demás quizá se nos escapa. Las calles y sus gentes, gentes de todo pelaje y condición, anónima o famosa, gentes de aquí y de allá: todos con las mismas angustias y con los mismos anhelos, en el fondo. Esa percepción de la vida, esa capacidad de observación, está ahí, en cada una de las historias de Elvira Lindo, para jóvenes y para mayores, de un modo latente, vibrante, muy palpable. Desde las novelas hasta los artículos, todos los artículos, sobre todo en esos artículos dominicales en los que, acaso sin pretenderlo, está ofreciéndonos una especie de sutil biografía y la radiografía única de un tiempo que también es el nuestro.
Elvira Lindo es nuestra Truman Capote.
ResponderEliminarPero además posee una gracia y un humor tan inteligente, que hecho de menos en el panorama literario.
Ve el mundo como una niña curiosa y asombrada..
Es el niño que gritaba en el cuento: ¡El rey va desnudo!
Yo, que no conocia ni de nombre a la Sra Lindo, la descubri en sus notas dominicales, y la disfrute sin saber nada de ella. Y le agradezco que sin saberlo, me haya abierto una puerta que no tiene que ver con la literatura, sino con la gente.
ResponderEliminarCuando mi hijo era pequeño, le regalé los libros de Manolito Gafotas. Él los leía durante el día y yo los leía a escondidas por la noche, porque mi hijo no soportaba que los leyera antes que él. Y ahora que tiene 20 años, todavía recordamos aquellas historias tan cercanas y divertidas y lo que nos reímos con ellas.
ResponderEliminarEs un placer que un libro te proporcione tan buenos momentos que sobrevivan al paso del tiempo.