He ido leyendo los nuevos cuentos de Emma Prieto poco a poco. Me gustaba leer una de sus historias y luego pensar en ella mientras hacía otras cosas (pasear, cocinar, ordenar la casa, hacer la compra...). Son historias muy bien trazadas y narradas, llenas de esa crueldad propia de la vida cotidiana de la que a veces no podemos escapar y también de una ternura que hace un poco más llevadera esa mencionada (¿inevitable? me temo que sí, inevitable) crueldad. Pienso ahora, por ejemplo, en el cuento 'Brad'. Aunque ya conocíamos la historia por los periódicos, Prieto, metiéndose en la piel de una pobre incauta (ah, la soledad no deseada: otro de los grandes problemas de nuestro tiempo de continua conexión a las máquinas), consigue emocionarnos con su manera de contarla. Las trampas del mundo y las trampas que nos inventamos para hacer más llevadero lo más áspero del propio mundo. Algo de eso hay en ese relato y podría decirse que también en el resto de las historias. Hay también, en ocasiones, misterio. Ese misterio, alejado del género, que nos preguntarnos los porqués, los cuándos, los cómo, y que para tratar de desvelarlo (o no, finalmente) está la persona que tiene el libro entre las manos (pienso en 'El mar, que todo lo invade').
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