jueves, 17 de octubre de 2024

Aitana Sánchez-Gijón, Goya de Honor 2025

Estaba esperando a que cambiase la luz del semáforo, miré a mi izquierda y allí estaba ella, Aitana Sánchez-Gijón, a la que vería un poco más tarde en el teatro Campoamor, convertida en Maggie, la gata de Tennesse Williams, aquel escritor que ahogaba sus penas en abundantes copas de vino blanco y ensoñaciones sureñas. Iba con el pelo (media melena corta) alborotado, la cara lavada, unos sencillos vaqueros y una americana beis y algo arrugada. Parecía una chica normal, pero no lo era. No lo era en absoluto. Hay muchas chicas esperando a que se cambie la luz de los semáforos: todos los días, a todas las horas, en todas las ciudades. Pero aquella era diferente. Deslumbraba. Destacaba de un modo especial. Sí, pese a la sencillez de su ropa y de su pelo, lo hacía. No pasaba inadvertida. Llamaba la atención poderosamente. Por su evidente belleza y por esa otra cosa que se tiene o no se tiene: podríamos llamarlo magnetismo, encanto, o algo así. Aquella chica a la que había visto en el mismo teatro unos años atrás representando 'El hombre deshabitado', de Alberti, estaba allí, esperando que se cambiase la luz del semáforo. Cuando lo hizo, del rojo al verde, ella desapareció. Entró en el teatro por la puerta de atrás. Ya faltaba menos para verla sobre el escenario, reprochándole a su marido ese estado ausente en el que se encuentra durante toda la obra. Reprochándole que no piense en ella, Maggie, la gata sobre el tejado de zinc caliente, como un marido piensa en su mujer.

Volvería a verla muchas veces más en diferentes teatros, en diferentes ciudades, con obras donde ella siempre marcaba la pauta, desplegada su talento, demostraba todo lo que había aprendido desde sus comienzos en el mundo de la interpretación siendo apenas una niña. Destacaría cuatro especialmente: 'Un Dios salvaje', 'Medea', 'La chunga' y 'Juana'. Dificilísimos papeles todos ellos.
Pero hoy le han concedido el Goya de Honor por sus trabajos en el cine. Tiene unas cuantas interpretaciones para recordar ('Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando', 'Celos', 'Volaverunt', 'La puta y la ballena', 'La camarera del Titanic', 'Madres paralelas'...), aunque pienso que todavía le falta un gran papel protagonista alcanzada ya esa espléndida madurez que hoy posee. Aún es largo el camino.
Entretanto, mientras rememoro aquella lejanísima tarde esperando el cambio de color del semáforo -del rojo al verde- y aquella chica que destacaba sobre todo lo demás, aplaudo este merecido reconocimiento.

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