domingo, 1 de abril de 2012

El río

Hace mucho calor. Y la cena de ayer en casa de unos amigos nos ha dejado un poco de resaca. Estamos refugiados en el campo, bajo la espesura de unos cuantos árboles muy frondosos. Sin embargo, el sol es tan poderoso que logra colarse a través de esa frondosidad. Por nuestro lado, pasa el río. No demasiado caudaloso, cristalino, algo revoltoso, sorteando piedras de buen tamaño, devolviéndonos al rostro un poco de humedad, de frescor. Ese sonido es el único que llega hasta nosotros. Estamos sentados en unas sillas de plástico rojas (como la mesa que está delante), bajo una sombrilla muy desteñida por el sol que hace publicidad de la cerveza Mahou, en la terraza del único bar que hay abierto por los alrededores. Sobre la mesa, los periódicos, mi cuaderno (intuyo que hoy no escribiré mucho, aunque nunca se sabe) y dos bebidas energéticas que nos están sentando de maravilla. No decimos nada. Estamos concentrados en la lectura del periódico, tan lleno de cosas los fines de semana. Hace un rato, sí hablamos. Volvimos a soñar con la posibilidad de vivir ahí, en el campo. Una casa pequeña, sin demasiados lujos, alejada del resto. Siempre le recuerdo a Íñigo el año que pasé en Sariego, viviendo en aquel viejo molino restaurado: rodeado por todas partes de naturaleza y muchos animales. Ahora no buscamos algo así, sino más sencillo, más humilde, más asequible. Los dos sabemos que habrá que seguir esperando hasta que las cosas mejoren. No sé cómo nos arreglamos, pero siempre hay que estar esperando. Seguimos leyendo. Mejor leer que pensar en lo que no puede ser (por el momento). Leer siempre ayuda a entretener la espera, todas las esperas. El sabor de esa bebida energética templa nuestros estómagos y alivia el ligero run-run de la cabeza. Levanto la cabeza del periódico y las veo. En el río, arrastradas por su corriente, un montón de hojas. Las páginas desmembradas de un libro. Las páginas deshilachadas perdiendo la tinta y el contenido. Toco a Íñigo con la mano para que también las vea, sin decirle nada. Y nos quedamos así, observándolas, preguntándonos qué hacen ahí, imaginando quién destrozó el libro y desparramó sus páginas sobre las aguas de ese río, cuánto tiempo llevarán ahí, de dónde procederán. ¿Una mujer despechada que se deshizo de aquel viejo regalo que recibió en los primeros meses de una relación que ya no existe y que ella sigue recordando? ¿Un hombre que ya no está de acuerdo con lo que se narra en esas páginas y en un arrebato decidió hacer algo así? ¿Hasta dónde llegarán? ¿Aún podrán leerse párrafos de lo que alguien escribió sobre el papel blanco no sin importante esfuerzo y dedicación? ¿Se tratará de una novela, de un ensayo, de una colección de poemas, de un manuscrito? Ah, demasiadas incógnitas para esta tarde un tanto resacosa. Mejor que fluyan esas páginas, arrastradas por las aguas. Mejor acabar la bebida energética, observar el bello recorrido y no plantearse nada. Mejor, sí, que fluya la vida como el propio recorrido de esas letras que irán despareciendo poco a poco de nuestra vista, de ese papel humedecido, zarandeado por las corrientes. Sus huellas, como su destino, se escapan ya de nuestro pensamiento. Las dejamos irse. Las observamos hasta que desaparecen, hasta la última página que está ahí, en el agua, rezagada sobre una piedra, y luego ya no está.

2 comentarios:

  1. "Leer siempre ayuda a entretener la espera". ¡Qué gran frase Ovidio! Leer también carga de energía el espíritu viajero para quienes no puedes o no podemos hacerlo con asiduidad. Como tantas otras veces, me he sentido cerca del río. Un beso.

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  2. Leer, contemplar el paisaje de esta Asturias nuestra, generosa y madre, acogedora y espléndida en primavera, espléndida siempre. Que de poesía tiene tu relato, es bucólico, pastoril... y de repente, la realidad de las historias compartidas, inventadas, escritas, contadas, las historias nuestras y de los demás, las hojas desmembradas de un libro inconcluso porque al lector no le satisfacía como avanzaba el relato. Cada uno de nosotros podría escribir algo sobre estas hojas que flotan en el río. Un beso

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