El niño coge su escopeta y el abuelo se va a cazar elefantes. Hombre, no. Esto no parece serio. De hecho, no lo es. No creo que nadie en su sano juicio pueda decir lo contrario. Los niños, tengan la sangre del color que la tengan (permitidme la expresión), no pueden colgar armas al hombro, entre otras cosas, porque la ley -ese pequeño detalle que nos iguala o nos debería igualar a todos- lo prohíbe. Y lo de cazar elefantes, con ochenta años o con treinta, es algo exótico en el peor sentido del término y muy pasado de moda, más propio de una vieja película de Clark Gable (un suponer) que de estos tiempos que corren, trepidante e implacable siglo XXI. Sin embargo, hay dos cosas que me molestan aún más -si cabe- de todos estos asuntos, una por cabeza. Respecto al niño, me parece lamentable la primera comparecencia pública de su madre y su abuela, entre risas, quitándole toda la importancia al asunto, tras visitar al pequeño en el hospital. La abuela, ay, la abuela, esa mujer que no se cortó ni un pelo en criticar públicamente a los gays cuando lo más correcto desde su posición es mantener públicamente la boca cerrada y bien cerrada, dijo esa frase, ya mítica, si me apuran: "con los niños siempre pasa eso". Pues no, señora, con los niños no pasa eso, ni siempre ni sólo a veces ni por casualidad. Los niños, normalmente, se caen, se manchan, se tiran al suelo si se enfadan (que, en estos tiempos, como la mayoría de los padres no les pueden comprar nada de lo que les piden se enfadan mucho, muchísimo, que lo veo yo en mis caminatas de parado por la ciudad), meten los dedos en los enchufes o en el cajón de los cuchillos si son muy traviesos, pero no se disparan en un pie, no, eso no. Y respecto a lo del abuelo, diré que, al margen de lo trasnochado e insensible del asunto, me parece que en estos tiempos de apretarse el cinturón casi hasta ahogarse con él, tiempos en los que la situación en general y el gobierno en particular no nos dejan pasarnos ni un milímetro de la raya, es algo que está absolutamente fuera de lugar, como ya señaló ayer la prensa nacional e internacional, la seria y la menos seria. Siempre hay que recordar que lo que está bien en las películas del maestro Berlanga, que en paz descanse, no tiene que estarlo en la realidad, aunque aquellas películas no hicieran otra cosa que reflejar la propia realidad que nos rodeaba sin demasiadas deformaciones o exageraciones, ay. Pienso en estos días en una mujer, esa mujer que ahora es princesa y si las cosas no lo impiden llegará a ser reina, en lo mucho que la criticaron cuando apareció en la vida del príncipe porque no era de sangre real. Imagino todo lo que tuvo que aguantar de unos y de otros, sobre todo de los sectores más reaccionarios. Pienso en su discreción, en cómo está adaptándose con cautela y maestría a una situación difícil y extraña para ella. Supongo que el amor por su marido tendrá que ver bastante con ello. No obstante -sigo pensando-, las vueltas que da la vida son, aunque a veces nos parezca lo contrario, insospechadas. A nadie, cinco años atrás, se le ocurriría imaginar que tendrían que decirle al abuelo y al nieto de trece años esa frase con la que Javier Marías titula una de sus últimas recopilaciones de artículos: "Ni se les ocurra disparar". Por el contrario, es probable que la princesa que llegará a ser reina se la esté leyendo.
Personalmente lo que más sangrante me pareció de la primera comparecencia de la madre fue ese "no sé, estaba con su padre" con el que despachó la pregunta sobre lo ocurrido... "No sé" no, señora, "no sé" no, eso en la intimidad y si quiere se pelean hasta sacarse los ojos, pero lo que no puede ser es que se llegue al punto que ante un desgraciado accidente, incidente o negligencia una de explicaciones propias de uno de los tantos altercados o vaivenes existentes entre Belén Esteban, Jesulín y Andreita. No sé, no.
ResponderEliminarLo del abuelo (y soy monárquico que no juancarlista) me parece sangrante más allá de la propia sangre del animal que, llegados a un cierto punto, me la puede hasta bufar; me parece sangrante por el coste que tiene (haya sido invitado o no, lo pague de su dinero, del público o sea un crédito de la banca vaticana) y me sangra porque con lo que ha costado la cacería, el elefante, el vuelo precipitado de regreso y la cadera no es que me tenga que imaginar que viven muchas familias, tres mileuristas o 20 indigentes... no, es que con lo que ha costados todo eso y con menos, con bastante menos, he de pagar yo mi hipoteca, la luz, la comunidad y la derrama de la comunidad, el agua, el teléfono, la comida, la ropa y muchas cosas más de 2 personas además de moi-même que, aunque no lo parezca, también como, respiro y, a veces, hasta me visto.
Pero sin duda alguna me sangra el hecho de que junto al elefante y monarca hubiese un producto germano al que se pasea por las Españas y medio mundo como acompañante, asesor o lo que se tercie... de nuevo, no, eso no. Porque humanos somos todos y sí, hasta puede que el amor sea ciego pero ciegas no son las responsabilidades y si uno no puede o no quiere con ellas pues me parece mucho más "real" en todos los sentidos decir un "hasta aquí hemos llegado" o un "yo me bajo en la próxima, ¿y usted?".
De S.A.R. dña. Letizia Ortiz... ¿qué puedo decir?, quizás simplemente repetir que soy monárquico y letizista, muy letizista y que ya pueden dar gracias al cielo de que S.A.R. existe y está porque sin ella la foto de "la familia" sería todavía mucho más fea y saldría mucho más movida de lo que ya está.
Magnífico relato, Ovidio. Y patético comportamiento del abuelo, el nieto y demás familiares. A mí con toda esta historia, me viene a la cabeza unos versos de Serrat: "Que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca".
ResponderEliminarHola Ovidio. Es mi qincuagésimo intento por entrar a comentar en tu blog...A ver si ahora tengo más suerte...
ResponderEliminarDesde México,tanto en prensa como en la televisión, la imágen del rey de España ha quedado dañada para siempre(lo cual me apena bastante). Desde un vídeo bestial(en que un cazador "ilustra" con toda clase de repulsivos detalles(incluido el disparo y el desplome del coloso animal), hasta chistes("que nadie esté "trompudo(enojado) delante del rey porque te dispara"); en programas deportivos("¿irá el rey a las olimpiadas a las pruebas de tiro"(y las risotadas);los programas de humor,de información seria, de economía, de naturaleza...Todos los ángulos habidos y por haber enfocaron el tema con sarcasmo y escarnio. El rey tiró, literalmente, su prestigio de años por la borda. Es como los platos "duralex" una vez que se rompen es imposible recomponerlos. Saludos Ovidio(haber si puedo reiniciar felizmente los comentarios en tu blog).
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