miércoles, 28 de agosto de 2024

Ligar en el Mercadona

No entiendo muy bien todo este revuelo que se está montando con lo de ligar en el Mercadona. La historia de la literatura y del cine está llena de situaciones así. ¿No os acordáis de Michael Caine y Barbara Hershey en aquella librería de la película de Woody Allen? ¿O de James Spader en aquel garito donde trabajaba Susan Sarandon? ¿O de Meryl Streep y Robert De Niro? O de algunos poemas de Bukowski. Y en la vida real, lo mismo. En nuestra juventud no había aplicaciones ni chats. Había barras de bar, librerías, cines, incluso supermercados, donde hacías todo lo posible por coincidir con aquella persona que te gustaba (que podía ser también el camarero o la cajera) y dejar caer cualquier tema de conversación. Ahora bien, si todo esto sirve para que la gente ligue mientras escoge entre vino blanco o tinto, o se decide entre muslo o pechuga, o judía verde o brócoli, me parece perfecto. Que tengáis suerte si os animáis. Que el amor es muy bonito y el sexo, si no tienes una pareja estable, también es muy necesario. Pero nada nuevo bajo el sol.

domingo, 25 de agosto de 2024

Corrientes de amor

Filmin acaba de estrenar 'Corrientes de amor' (Oso de oro en Berlín), de John Cassavetes. Aunque la tengo en DVD y la he visto varias veces, regreso a ella. Qué manera más extraordinaria tiene Cassavetes de retratar la soledad. El personaje del propio Cassavetes, escritor, pese a estar siempre rodeado de gente, de mujeres principalmente a las que paga por su compañía, ya sea por sexo o por juerga, en el día o en la noche, no puede estar más solo. Busca refugio ahí, en esas mujeres que se ríen junto a él por un puñado de billetes, y en el alcohol. Su hermana, Gena Rowlands, con alteraciones emocionales y con otro tipo de soledad sobre sus hombros. La soledad del que no asume que su relación de pareja se ha roto. De la lejanía de ese amor y también de la lejanía de su hija, que ha optado por quedarse al lado del padre. Dice Gena: "El amor es como una corriente de agua, fluye continuamente, no para nunca". Eso piensa, eso quiere pensar. Su hermano piensa que el amor es cosa de adolescentes, que ya no está, que se ha ido. Dos personajes, los de Gena y John, que navegan a la deriva, que se buscan para aliviar esa soledad, pero que, pese a ello, no es suficiente. Otro tipo de amor, el de los hermanos, ese tipo de protección, muy bien tratado en la película. Pocos directores han reflejado el desequilibrio emocional, siempre provocado por la propia vida y sus vaivenes, como Cassavetes. Junto a "Una mujer bajo la influencia", 'Gloria' y, sobre todo, "Opening night", mis favoritas. Cuatro interpretaciones magistrales de Gena Rowlands, que sabe bordear como nadie esa fina línea que separa la cordura de ese estado al que en cualquier momento podemos vernos abocados, el desequilibrio emocional. No importan los motivos. Ahí está el vértigo. Ese vacío, ese miedo, esa fragilidad. La cara de Rowlands, inestable y hermosa como pocas, que lo dice todo sin grandes aspavientos, con mínimas expresiones. Los silencios, los gestos, los movimientos de sus manos hacia su pelo o hacia la copa, siempre cerca. 

sábado, 24 de agosto de 2024

Mi madre, mi biblioteca

Mi madre. Ella me compró mi primer libro, y muchos más a lo largo de los casi 52 años de vida que compartimos. Ella es, por tanto, el origen de mi biblioteca. Quizá, referido a lo material, lo más preciado que tengo. En ella, muchas veces, está mi salvación. Antes de su muerte y, con más razón, después de su muerte. Varias fotografías de mi madre, en una época y otra de la vida, están entre esos libros, a la vista. Parte de mi refugio. Muchos libros. Muchas escritoras. Muchos escritores. 

El martes (27 de agosto), a las 19 horas, os contaré cómo fui construyendo esa biblioteca, que es una manera de definir cómo me fui construyendo a mí mismo (y ahí sigo), en el estanque Covadonga del Campo San Francisco. Dicen que va a hacer buen tiempo. Como aquí nunca se sabe, si el tiempo se equivoca y se pone a llover, os lo contaré en la biblioteca de La Granja. Nos vemos. 
(Habrá libros a la venta, por si a alguien le apetece hacerse con el último o con alguno de los anteriores). 

jueves, 15 de agosto de 2024

Ha muerto Gena Rowlands

Ha muerto Gena Rowlands. No sé muy bien qué escribir, después de tanto como he escrito sobre ella. Voy a intentarlo. Gena es (fue) una de las mejores actrices del mundo. Creo que nadie ha superado -no, nadie lo ha hecho- su interpretación en 'Opening night'. Ese constante estado de desvalimiento. Esa fragilidad. Esa borrachera, durante casi todo el metraje, tan bien interpretada. Y, con ella, con esa borrachera, llegar al final de la función dentro de la película. Sinceramente, y aun adorando a actrices descomunales, creo que nadie ha logrado llegar a ese punto. Gena, que vino al festival de San Sebastián, cuando a Lauren Bacall le dieron el Donostia y nadie se dignó a darle otro Donostia a ella. Gena, allí, en las fotos, con la Bacall, sin decir nada y siendo tan grande como ella o incluso más. Gena, en películas menores y grandes interpretaciones, siempre enorme en belleza y, sobre todo, en talento. Se ha muerto a los 94 años, perdida en su memoria. Y qué decir de aquel adolescente (yo), de aquel joven (yo), de aquel hombre maduro (yo), que tanto la admiró. Que tanto la admira. Qué decir. Poca cosa en esta madrugada insomne, otra más. Ella lo dice todo, como siempre. Con esa belleza, con ese talento, con esa inteligencia. Con esas grandes interpretaciones. Ella, y disculpen, está en mis dos últimos libros, de una forma u otra. Con respeto. Con veneración. Con absoluta adoración. Otra mujer, dijo Allen. Otra mujer, vale. Esta enorme mujer. Sigue aquí.

martes, 13 de agosto de 2024

Lo que Manuel Astur escribió sobre mí

Las redes sociales me recuerdan unas palabras que el escritor Manuel Astur escribió sobre mí para el diario El Comercio, tras una intensa y nada solemne tarde de vinos. Han pasado ocho años, y muchas cosas, pero me gusta recordarlo así.
"Su conversación pasa de temas cultos y profundos a otros más mundanos con gran naturalidad gracias a la total ausencia de esa pedantería por desgracia tan común en nuestro gremio y a algo a lo que tal vez podría llamarse divertida humildad: un modo de ver la realidad a través de un barniz con reflejos de una débil vanidad que intuyo en otros tiempos fue mayor, con cierto agradable y sabio desencanto y con mucho sentido del humor."

jueves, 8 de agosto de 2024

Comida veraniega

Vamos a comer al apartamento de mi hermana, que ha comprado un tocadiscos y nos hace ilusión escuchar esos viejos vinilos que tenemos en casa de mis padres. Muchos vinilos que mi madre nos compró cuando éramos jóvenes y que escuchábamos allí cuando ella vivía y hacíamos comidas en su casa. Esos tiempos que jamás volverán y que recordamos a cada instante. Como siempre, termino cocinando yo (no me importa, pero a veces me gustaría llegar a un sitio y sentarme y que me lo den todo hecho). Los discos suenan bien, están todos impecables, pero un resorte nos lleva a esa casa, la de mis padres, cuando nos reuníamos allí y el verano entraba por las ventanas abiertas. Éramos felices y lo sabíamos. Yo lo sabía, como digo siempre. Cada instante era un momento para aprovechar porque no sabíamos lo que sucedería al instante siguiente teniendo una madre enferma. El recuerdo me hace daño y me consuela también, casi a partes iguales. El verano no está siendo muy bueno (no nos vamos a engañar), con la excepción de la escritura, pero seguimos avanzando con la presencia que no está y con las presencias que lo están. La ausencia siempre es una amenaza. Suena la música. Esa música que evoca al primer amor, a los veranos que parecían interminables, a los escritos aún balbuceantes... Como interminable parecía entonces la vida. La de mi madre y la nuestra. Suena, insisto, la música. Y lo recomendable es dejarse llevar. Y lo hacemos, nos dejamos llevar, con todas las consecuencias. 

martes, 6 de agosto de 2024

Victoria Abril es Medusa

Medusa, en versión y dirección de José María del Castillo, es una mujer que -alejándose de embrujos, conjuros, mentiras, juramentos y habladurías- nos cuenta su historia. La versión de su propia vida. Con derecho propio, huyendo de tergiversaciones y malos entendidos. De todo lo escrito y dicho anteriormente sobre ella. Medusa, todavía con la maldición encima (a todo el que la mire se le petrificará la visión) y numerosas serpientes entrelazadas adornando o amenazando su cabeza, atraviesa el tiempo y se convierte en una mujer actual. Una mujer que lucha por la justicia, el respeto, la igualdad; que rehúye ese mundo de las apariencias, las falsedades y el miedo. Una mujer que necesita ser escuchada. Y, a través de numerosos monólogos, lo consigue. Logra alzar su voz, contradecir mentiras, poner las cosas en su sitio, a pesar de las dificultades. La historia ahora es suya. Como suyo ahora es el cuerpo y la voz de Victoria Abril. La actriz, a veces cómica y a veces dramática, celebra sus cincuenta años de carrera con este papel que le encaja a la perfección. Abril demuestra sobre las imponentes tablas del teatro Romano de Mérida lo que siempre ha sido: furia, torrente, pasión, máxima seducción. Una fiera interpretativa a la que nada se le pone por delante. A ratos dulce, a ratos irónica, a ratos juguetona, vulnerable o perversa. Dominando la voz -grave, menos grave- a su antojo y devorando en todo momento la escena como lo que es: una de las mejores actrices de todos los tiempos. Una ductilidad al nivel de, por ejemplo, Isabelle Huppert (no en vano, siempre he pensado que Abril hubiese bordado el papel de Huppert en 'La ceremonia', de Claude Chabrol, sin ir más lejos o yendo, precisamente, tan lejos). 

Cuenta Medusa su historia, bajo el cielo nocturno y estrellado de Mérida, entre músicas y danzas, dorados y sangre, y se hace el silencio. Se encara con Perseo (convincente Adrián Lastra), se enfrenta a Atenea (deliciosamente sobreactuada -como corresponde a una diosa, según sus propias palabras- Mariola Fuentes, que me recuerda por momentos, como en otras ocasiones, a la inmensa Esperanza Roy), rememora su juventud, endereza las numerosas serpientes de su cabeza y de las que están más allá (símbolos todas ellas de esa maldad que acecha arrastrándose sibilinamente), encaja las piezas, pone las cosas en su sitio. Sale, tras hora y media de combate, victoriosa. La historia de Medusa ha sido escuchada por las más de tres mil personas que abarrotaron el teatro el segundo día de representación. Y que se entregaron a unos aplausos más que merecidos para todo el elenco. Especialmente sonoros y contundentes para Victoria Abril, por esa Medusa y, probablemente, por los cincuenta años anteriores.