martes, 10 de diciembre de 2013

Los pequeños comercios

Cuando era pequeño, como ya he escrito otras veces aquí, me encantaba recorrer los pequeños comercios de la zona donde vivían mis padres. Donde siguen viviendo, afortunadamente, los dos. Y donde, incluso ahora, hacemos los mismos recorridos, mi madre y yo, por las mañanas, en invierno o en verano. Tiendas de comida, de pan, de carne, de pescado, de ropa, de ropa deportiva, de hilos, de perfumes, de tornillos, de zapatos, de café, de libros, de juguetes... Por no hablar -de nuevo- de los pequeños y emblemáticos cines de aquella infancia y adolescencia, tan cercanos a la casa de mis padres, ya desaparecidos todos ellos. Mis padres, que viven a diez minutos del centro de la ciudad, tienen todo tipo de servicios a su alrededor. La gente que vive allí, por la zona de Valentín Masip, hace vida de barrio: compra en esos pequeños comercios, alienta las pequeñas tiendas que aún quedan abiertas, que no son demasiadas, dados los tiempos de crisis y dificultades. Los tiempos complicados que corren y que nos están tocando vivir, queramos o no, ¿quién puede mantenerse al margen de todo esto?  He pensado en ello estos días, varios días de fiesta y de descanso para la mayoría de la gente. Y he pensado en gente que trabaja en esos pequeños comercios, con esfuerzo y tesón, con ilusiones y haciendo miles de malabares (económicos y de todo tipo, que la cara b de las tiendas y los pequeños negocios bien la conocemos los que estuvimos algún tiempo detrás de uno de esos mostradores), como yo mismo lo hice en su momento, antes del cierre de la última librería en la que trabajé, tres años han pasado ya. Pienso en mucha gente que trabaja ahí, en el pequeño comercio. En los pequeños comercios que están resistiendo. Resistiendo: qué hermosa y terrible palabra, si la analizamos detenidamente. Resistiendo: vamos a ser positivos... O a intentarlo, una vez más. Resistiendo, no queda otra opción, no nos la permiten.
Gente a la que conozco. Como mi amiga Patricia, que sigue trabajando en Aldebarán, esa librería (que tanto añoro) que heredó de su madre y donde yo estuve durante años, casi cuatro años, tan feliz. Y pienso en María Bouzo, otra buena y generosa amiga, que lucha cada día desde su tienda de ropa y complementos para las chicas, Lulú Trendy Shop, a dos calles de Valentín Masip, en Marqués de Teverga (podéis ver su página en Facebook), un lugar vintage y encantador donde se vende ropa que hace las delicias de gente con gusto y estilo, que mira hacia atrás sin dejar de mirar hacia delante. Y tantas mujeres como ella. Como María. Como Patricia. Luchadoras natas. Admirables mujeres. O admirables hombres, por supuesto, como Gus García Torre o Andrés Vázquez, cada uno desde su respectivo negocio (chucherías y joyería). O Rafa, el librero de "La buena letra", en Gijón. Hay muchos ejemplos. Trabajadores todos ellos que se resisten a la crisis, al debacle al que nos abocan todos de la manera más despiadada y menos sutil, que ya no sabe uno en qué políticos confiar. Que no miran el reloj, ni los horarios, ni las fechas festivas que vienen en los calendarios. Que quieren seguir siendo felices, como yo lo fui en su tiempo, trabajando en el pequeño comercio, en las pequeñas librerías. Las que considero mías. Las que más me gusta visitar: en cualquier pueblo, en cualquier ciudad, en cualquier país. Mujeres y hombres -Patricia, María, Gus, Andrés, Rafa... ¡y tantos otros!-  que en estos días, días de fiesta para todos, he recordado. Como recuerdo cada día, valorando su esfuerzo, admirando su tesón y sus maneras de reinventarse, apoyando su manera de trabajar, que es su manera de ver y vivir las cosas. Su manera y la mía. Desde este pequeño rincón, sigo estando con vosotras. Con vosotros. Creo que lo sabéis.

2 comentarios:

  1. Sabemos que lo sabes, pero tú además sabes contarlo.
    Un abrazo fuerte
    rafa

    ResponderEliminar
  2. Los pequeños comercios que dan vida a los barrios, a todos los barrios, a cualquier barrio, qué sería de nosotros sin ellos... están manteniendo sus familias, sus hogares, sus barrios, sus ciudades, su país... Cuando veo las campañas a favor de ellos, sobre todo, ahora en Navidad, sólo puedo asentir: "Si, compraré mis regalos allí" Mis regalos, mi compra diaria, el pan, la fruta, ... todos los tenderos de antes (y los de ahora) que conocen a la clientela por su nombre. Mi abuela era su clienta superfiel. Un beso Ovidio

    ResponderEliminar