martes, 24 de abril de 2012

Reinventando París

No sonaba la voz de Véronique Gens, pero, sin demasiado esfuerzo, sin cerrar los ojos siquiera, podíamos escucharla. Suavemente, envolviéndonos desde lo lejos, acercándose como un susurro cálido y necesario que se arrastraba hasta alcanzar nuestros oídos. De la misma manera, sí, que escuchamos ciertas músicas, sin escucharlas realmente, en determinados escenarios y momentos concretos, y ya quedan, esas músicas, de un modo mágico y extraño, asociadas para siempre a ese paisaje, a ese momento concreto, por mucho que después regresemos a ese lugar, si es que regresamos. Así, aquella mañana, en París, cinco años atrás. Era una mañana cálida de julio, sin agobios, con ese calor de París, casi siempre atravesado por una brisa fresca, agradable. Paseábamos por las tumbas de personajes célebres. La desnudez de la lápida de Marguerite Duras -sólo ese nombre, Marguerite Duras, y la fecha de su nacimiento y de su muerte, 1914-1996, y cientos de billetes de metro con pequeños mensajes escritos a mano, rápidamente, la letra pequeña y apretada por el escueto espacio y la emoción de querer expresarlo todo de golpe en aquel papel levemente plastificado y lleno de números diminutos, sobre ellas- nos impresionó de un modo contundente, más que ninguna otra. París es siempre una ciudad bellísima, pero quizá aquella mañana, con aquel cielo azul, completamente despejado, lo era más que nunca. Dejamos nuestros billetes de metro sobre la lápida de la Duras, también con algún mensaje de agradecimiento por la grandeza de su obra. Por todas aquellas noches en las que sus deseos habían acompañado a los míos. Y sus frustraciones. Y su impulso desmedido por la escritura, por el amor y por el alcohol. "Muy pronto en mi vida fue demasiado tarde", escribió en "El amante". ¿En qué vida no lo es, no es muy pronto demasiado tarde? Quizá, por momentos, sólo por momentos, no sea así. Y quizá uno de esos momentos era aquel, en París, el destino de nuestro primer viaje juntos.
Han pasado cinco años desde entonces. Y no hace sol ni calor, sino que llueve constantemente. Lleva días, semanas, así. Todo el mes de abril lloviendo, excepto ayer, 23 de abril, día del libro, que el sol iba y venía y hacía viento, mucho viento, pero, finalmente, sólo llovió al final de la jornada, cuando las calles se iban quedando desiertas y las  mesas vacías de libros. (Cuando trabajaba en las librerías en las que lo hice, recuerdo siempre ese día, el del libro, como un día más de fiesta y alegría que de trabajo, pese a lo mucho que se trabajaba). Las cosas han cambiado en muchos aspectos, sobre todo en las externas, en esas que nosotros no podemos controlar, que se escapan de nuestras manos. Hoy hace dos años que nos casamos. Sigue siendo lo mejor de todo este tiempo que nos está tocando vivir, tan complicado y lleno de decepciones por unos lados y otros. Por eso, haremos hoy que esta ciudad, tan deprimida como el resto de la región, sea por un día París. "Dame una copa y yo haré que sea Nochevieja", le decía Marisa Paredes a Juan Echanove en la escena final de "La flor de mi secreto", cuando él le decía que aquella escena, frente a la chimenea, parecía el final de "Ricas y famosas", de George Cukor. Ah, el cine, el cine... ¿Qué sería de nuestros recuerdos sin él, sin esa sombra alargada y protectora? Miro hacia delante. No queda otra. Pese a la lluvia, que anuncia su regreso para esta semana y la siguiente, a las decepciones que vienen del exterior y a ese viento que no cesa, que agita los árboles, que rebota en los cristales de las ventanas, ahora mismo, mientras escribo esto y recuerdo aquel viaje, el primero que hicimos juntos, aquella mañana en París, donde no sonaba la voz de Véronique Gens, aquella voz que no venía de lejos y no nos envolvía hasta llegar a nuestros oídos, pero que realmente lo parecía.

2 comentarios:

  1. No seríamos nada sin el amor. Sin el otro o la otra, sin nosotros. Sin esa segunda piel que nos comprende y nos conoce; que nos apoya y no nos reprocha. "Y ayer y siempre/lo tuyo nuestro/y lo nuestro de los dos". Que escribiera Serrat. Felicidades.

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  2. No sé que decir.Quizás felicitaros por vuestro segundo aniversario(triunfa el amor contra viento y marea).Quizás alabar ese recuerdo de un París rutilante y encantador que embriaga en su sólo recuerdo(mi París fue en mayo de un poco más tarde). Quizás callarme.Quizás,y creo que es lo mejor, escuchar atentamente lo que quieres transmitir. Un abrazo.

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