martes, 9 de agosto de 2011

Niños diferentes

Hay un momento terrible en la vida de todo niño diferente: aquel en el que, cuando empieza a escuchar los primeros insultos de sus compañeros de clase, teme decírselo a sus padres por miedo o por vergüenza. Ignora que sus padres siempre van a ponerse de su lado, tratando de evitar por todos los medios el sufrimiento. El niño piensa que es él el que ha hecho algo malo y seguirá aguantando los improperios y la marginación de sus compañeros hasta que llegue el momento en que éstos se cansen o suceda algo (no sabe muy bien el qué) que termine con todo aquello. El tiempo va pasando, el niño va creciendo y las cosas, después de un montón de sufrimiento inútil, se van poniendo en su sitio. El niño diferente se convierte en un adulto y, aunque a veces tiene que escuchar algunas sandeces por parte de los sectores más reaccionarios de la sociedad, ve cómo los años y las nuevas leyes van, afortunadamente, normalizándolo todo. Los padres, por su parte, siguen ahí. Sean más comprensivos o menos, más tolerantes o menos, siguen ahí. A algunos les cuesta más adaptarse al hecho de que su hijo tenga una sexualidad diferente a la de la mayoría. En cierto modo, siendo honestos y comprensivos, resulta normal. Tienen otra educación, provienen de un tiempo en el que la homosexualidad, con la inestimable ayuda de la iglesia católica, era considerado como algo terrible. Lo más terrible. Pero los padres siempre son padres y, pese a lo mucho que pueda costarles aceptar que su hijo sea homosexual, siguen avanzando. Intentan adaptarse a la nueva situación y a los nuevos tiempos. Escuchan, hablan, discrepan, tratan de acercarse a la pareja de su hijo: están ahí. Avanzan lentamente en sus posiciones, pero avanzan. Ahora son ellos, los padres, los que, en ocasiones, tienen que escuchar algunos comentarios por parte de la sociedad. Incluso por parte de personas muy allegadas a ellos. Ah, esos son los peores comentarios. Los que, envueltos dentro de una presunta complicidad, pretenden servir de consuelo. Esos comentarios pueden ser muy crueles. El más dañino de todos ellos es aquel que también sostiene el sector más reaccionario de la iglesia católica (haciendo oídos sordos a lo que tienen en sus propias casas): la homosexualidad es una enfermedad. Y lo dicen así, amparados en la amistad que guardan con los padres de aquel niño diferente (hoy adulto), y se quedan tan anchos. Creo que, llegados a este punto, lo diré del modo más sencillo que puedo hacerlo: Esas personas no tienen el más mínimo sentido de la vergüenza, del respeto ni de la educación: tres pilares básicos para relacionarnos unos con otros. No sólo condenan de un modo radical la sexualidad de una persona libre y adulta (el hijo de sus amigos), sino que arremeten de un modo salvaje, amparándose en la presunta amistad, contra los padres de ese adulto que fue un niño diferente. Y que, si hubiesen conocido verdaderamente los sufrimientos de aquel tiempo, el de la infancia, se hubiesen puesto de inmediato de su lado, sin cortapisas. Estoy convencido.

6 comentarios:

  1. Infligir sufrimiento a un niño es terrible porque se hace sobre un ser indefenso sin posibilidad de respuesta y, además, imprime una huella indeleble; es un daño de largo recorrido. Permitirlo -cuando no alentarlo- es deleznable, gravísimo.

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  2. Es muy importante el trabajo de los padres que tienen (deben) que implementar, fomentar, potenciar la autoestima y el amor propio de sus hijos por encima de todo. Sólo así es posible que nos resbale como el agua las sandeces, las intenciones y la maldad de los demás. Es un tema de educación, seguro que los niños que hacen daño, han visto a sus padres discriminatambién al diferente... aunque las generalidades siempre son malas...
    Mis padres trabajaron mucho con nosotros o por lo menos, ese parece ser el resultado. Puedo aseguraros que nunca les he visto presumir de hijos delante de los demás, siempre lo justo, pero nos educaron desde la responsabilidad y hemos aceptado lo diferente, porque en esta vida ¿qué es lo diferente? no somos todos y cada uno de nosotros, acaso, diferentes y en esto está nuestra riqueza.
    Respecto a la posición de la Iglesia (de la que soy parte activa) bueno, hay mucho que decir, los cristianos de base estamos en la sociedad de hoy, no anclados en el pasado. La postura oficial es patética, lo peor de todo es que Jesús se rodeo de diferentes: pecadores, prostitutas, pobres... dónde está el mensaje de amor del Evangelio, bueno, sin comentarios... pero no nos metáis a todos en el mismo saco, lo dicho que las generalizaciones son malas.
    Por cierto, Ovidio el otro día te vi por donde el Km 0 y como una fan adolescente no me atreví a saludarte (seré gili....)
    Muchos Besos

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  3. cuanta razón y cuan bellas son las palabras que nos dejas aquí
    creo que eres ejemplar, al reflexionar sobre el tema sin la más mínima afectación, con generosidad infinita, sin sombra alguna de rencor ni de animosidad
    a mi me sobrecoge la naturalidad con que hablas de ti y de tu marido, ese es el camino que dejará a todos esos de lado, vosotros como guías infatigables con vuestro andar resuelto y garboso

    pelayo

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  4. Yo me uno al último comentario, únicamente caminando hacia delante con decisión, "prietas las filas" se acabará con la maledicencia envenenada; sólo vuestros pasos decididos ahogarán los gritos de loros y cotorras.

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  5. Pues a mi me pasa como a Bea. Hace tiempo te ví en la librería Cervantes y no fui capaz de decirte ni "hola". Ojalá hubiera llevado conmigo "El extraño libro" para q me lo dedicaras y así quizás hubiera vencido mi temor a saludarte... Gracias por alegrarme el día!!
    Terry.

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  6. ¡Hola Ovidio¡¡Cuánto tiempo sin incursionar por tu blog!Espero ser tan bien recibido como siempre.Quisiera comentar esa especial relación que establecían los curas con los niños diferentes(no sólo en lo relativo a la orientación sexual).En mi caso,con cinco años y habiendo muerto mi padre(condición de huérfano como hecho diferencial)retornamos a España desde México(mi acento mexicano era otro hecho diferencial a erradicar "ipso facto: si decía "hasiendo","sapatos" de inmediato era corregido con una burla del cura de turno tan devastadora que,sin comprender nada,me causó un enorme sufrimiento.Odiaba el acento español(convine con mi hermana que sonaba ridículo y nos negaríamos a hablar así).Encima yo era zurdo(en el "kinder" mi padre le había comentado a la "miss" que me dejara escribir como yo quisiera.En España ¡no!Ni te cuento más...Pero algo tenían aquellos curas que me hicieron sufrir de manera indecible.A mi hermana le quitaron su acento mexicano unas "monjitas" a cachetada limpia.Un saludo.Yo sí te entiendo muy bien

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