Me gusta Gijón por el verano. En realidad, como saben los lectores de este blog, me gusta en cualquier época del año. La ventaja que tiene el verano es que te puedes sentar tranquilamente con el cuaderno en una terraza (bajo toldos o sombrillas, si la lluvia amenaza, que este verano, por desgracia, amenaza casi cada día) y contemplar la vida que pasa alrededor. Gentes que van y vienen, de aquí y de allá, con sus hijos, con sus perros, con sus familias, a su aire. Ese aire que está libre de toda rigidez, de todo encorsetamiento. Siempre fue así. Recuerdo los días que pasábamos en Gijón, con los abuelos, cuando éramos pequeños, paseando por la playa o por el muro, sentándonos en una terraza y en otra, comiendo al aire libre, disfrutando de largas sobremesas. Eran días de auténtica fiesta. Las sonoras carcajadas de la abuela, los castillos de arena, el olor del mar, las reprimendas de mi padre porque nos alejábamos de la orilla o porque estábamos echando arena en la toalla de la señora de al lado, los periódicos amarilleados por el sol, los libros de Los Cinco en la mochila. Inolvidables sábados de verano. Las noches, años más tarde, recorriendo casi todos los garitos de la ciudad, los locales que abrían y que se daban un aire a los que aparecían en revistas y suplementos de las ciudades más modernas, los besos libres y las palmadas que batíamos en aquel bar de Cimadevilla donde los gitanos cantaban por Manzanita, por Camarón o por María Jiménez y donde nosotros terminábamos la noche antes de irnos, haciendo que cantábamos, a la cama, a cualquier cama, o a la playa. Qué vértigo da pensar en todo el tiempo que pasó desde entonces. Hay risas y fotos y algunas zonas sombrías de todo ese tiempo transcurrido. Lo bueno de cumplir años es que sólo te vas quedando con las risas -eso siempre- y con algunas de esas fotografías. El equipaje cada vez es más ligero. Cuánto costó que así fuera.
Estos días regreso a Gijón porque Íñigo está montando el Salón del Libro Asturiano y le estoy echando una mano. (El sábado firmaré ejemplares de mi libro y cerraré así un gozoso ciclo). Ah, la sensación de volver a abrir cajas de libros y colocarlos en las estanterías. El placer de descubrir algunas novedades o de reencontrarte con pequeños hallazgos que no tuvieron la repercusión que se merecían y que situas en un lugar preferente por si esta vez tienen más suerte, que seguro que sí. Luego, ya más relajado, me siento en esa terraza y pido una cerveza bien fría. Y, viendo a toda esa gente que va de un lado a otro de la ciudad, el sol que quiere hacerse un hueco en el cielo encapotado, la charla con esos amigos que pasan, pienso que sí, que este es uno de esos sitios donde quiero estar y que el viaje, extraño o no, va mereciendo la pena.
Estos días regreso a Gijón porque Íñigo está montando el Salón del Libro Asturiano y le estoy echando una mano. (El sábado firmaré ejemplares de mi libro y cerraré así un gozoso ciclo). Ah, la sensación de volver a abrir cajas de libros y colocarlos en las estanterías. El placer de descubrir algunas novedades o de reencontrarte con pequeños hallazgos que no tuvieron la repercusión que se merecían y que situas en un lugar preferente por si esta vez tienen más suerte, que seguro que sí. Luego, ya más relajado, me siento en esa terraza y pido una cerveza bien fría. Y, viendo a toda esa gente que va de un lado a otro de la ciudad, el sol que quiere hacerse un hueco en el cielo encapotado, la charla con esos amigos que pasan, pienso que sí, que este es uno de esos sitios donde quiero estar y que el viaje, extraño o no, va mereciendo la pena.
que recuerdos... castillos que se erguían en la arena causando la admiración de todos, aquellas enormes bolas de helado de fresa y pistacho chorreando, carreras por el muro y por el parque tras las escurridizas ardillas... haciendo amigos nuevos cada año y no tan amigos... primeros amores y viejos amores... siempre bajo la tierna y atenta mirada de la abuela Claudia Máxima, que este año nos dejó y con ella se fue tambien toda esa inocencia...
ResponderEliminarun saludo Ovidio
Me encanta Gijón en verano, en realidad sólo conozco Gijón en verano -este último verano- y me cautivó todo, la semana negra, la feria de muestras,la agarabía... sólo puedo decir una cosa: ¡quiero volver, quiero volver!
ResponderEliminarEnhorabuena por tus magníficos escritos, gracias por compartirlos y hacernos tan, tan, tan felices.
con la energía recuperada tras mi desastroso final de primavera, accidente incluido, que me ha tenido recluida en el Alt Emporda desde mayo, voy a comerme este mundo suculento
ResponderEliminarapunto visitar Gijón antes del otoño ¡tengo que darme prisa!
Monste Grimau
dado que mi estado actual es de total euforia, renacida y rediviva, acabo de escribir un comentario en la página web del Ayutamiento de Gijón/Xixón explicándoles la suerte que tienen por las palabras que les ha dedicado Ovidio
ResponderEliminarMontse Grimau
Gracias, Montse. Me alegro de verte por aquí de nuevo. Besos.
ResponderEliminaryo también estoy alegre por poder leer este blog; han sido unos meses muy largos y también duros, que ya han quedado atrás junto con veinte kilos que antes me acompañaban
ResponderEliminarmi desconexión cibernética ha sido total y mi primera píldora han sido los post de este mes de agosto, el llamado Niños diferentes me dejó ayer con el corazón encogido hasta que me acosté
Montse Grimau