domingo, 25 de octubre de 2020

Los pequeños detalles

Qué extraño es todo. No, no estamos confinados como en la primavera (y eso, sin duda, es un alivio), pero la situación es rara, dolorosa, incómoda. Provoca cierta desazón e impotencia eso de no poder salir de tu ciudad. Ya sé que es lo que toca: no me quejo. Repito: esto no es una queja. Es solo una manera de expresar la sensación que sentí al abrir la ventana y percibir el impactante silencio de la calle. Las ventanas de los otros edificios cerradas, el runrún de la lluvia que estuvo presente durante toda la noche y que ya había dejado de sonar, el sol que luchaba (en vano) por hacerse su hueco. Todo contribuía a esa extrañeza inicial, la de estar aislado en tu propia ciudad. Y de repente, en medio de esa inusual sensación, la alegre voz de una chica joven dándole desde la calle los buenos días a alguien que se acababa de asomar a la ventana de uno de los edificios cercanos (no pude percibir la respuesta de esta persona) y que entró como un soplo de aire fresco en mi estudio, me devolvió cierta armonía, alejándome momentáneamente de todos esos pensamientos e incertidumbres que nos acechan. Una voz a nuestro favor. Un instante contra el mundo. La fuerza, una vez más, de los pequeños detalles. 

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