domingo, 19 de junio de 2016

Miles Davis en la basura

Miles Davis en la basura. Ahí me lo encuentro, en los contenedores de reciclaje que hay cerca del ambulatorio, una calurosa mañana. ¿Quién se habrá deshecho de esa foto a gran tamaño y enmarcada del músico americano?, me pregunto. Tal vez una pareja que acaba de romper y no quiso saber nada de ese hombre cuya música les acompañó en los mejores momentos de su relación. Puede ser. El sol resalta la piel negra y brillante del señor Davis, que sostiene su trompeta entre las manos, como si decidiese tomarse un respiro a petición del fotógrafo. De repente, sin ponerles cara, me imagino a la pareja, entre sombras, bailando lentamente, en una de aquellas noches de verano en las que el amor les parecía lo único salvable de este mundo. La botella de vino está terminada y se dirigen a la habitación. La música de Miles sigue sonando, toda la noche. El deseo, sí, también es una buena tabla de salvación. Los amantes cierran la puerta de aquella habitación, ahora desmantelada, y yo sigo mi camino, pensando si, después de recoger a mi madre en el centro de salud, me llevaré esa foto para casa o la dejaré ahí, en los contenedores de reciclaje, esperando que esa otra pareja que empieza a convivir quiere contemplar cada mañana el rostro del músico que les acompaña casi todas las noches, cuando el deseo irrumpe. 

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