martes, 28 de junio de 2016

Día del Orgullo Gay

Uno no está orgulloso de que le gusten los hombres o las mujeres. Es una cosa normal y corriente que está ahí, en la naturaleza de cada uno. Uno está orgulloso de la gente que ha luchado y lucha para que todas las personas tengamos los mismos derechos, para que las desigualdades disminuyan, para que no se nos discrimine por una orientación sexual que forma parte de cada uno como lo conforma el hecho de ser rubios, de tener los ojos marrones o de ser más altos o más bajos. Por eso es necesario seguir celebrando el Día del Orgullo Gay: porque aún hay mucho camino por recorrer, mucho trabajo por hacer, mucha discriminación por aniquilar, mucha pena de muerte que desterrar de las leyes de determinados países. Repito lo que digo siempre a este respecto: el trabajo es de toda la sociedad. Al más mínimo síntoma de burla o risita ahogada por el hecho de no ser como la mayoría, hay que cortar por lo sano. Con naturalidad, sí, pero con mano férrea: no valen las medias tintas ni las contemplaciones ante determinados temas. La sociedad entera tiene que concienciarse. Es así. Es lo que hay. Y hay que respetarlo, y trabajarlo duramente. Las familias y el profesorado tienen que poner todo -todo, insisto- de su parte. Pero no sólo las familias con un hijo gay o una hija lesbiana: todas las familias, reivindicando el mismo respeto que tienen las personas heterosexuales. Así de simple. Y sí, seguiremos alzando la voz desde estos muros y desde donde haga falta, mientras nos quede aliento, que nos queda, ¡vaya si nos queda!    

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