sábado, 11 de junio de 2016

Estos sábados

Los sábados por la mañana, cuando madrugo para pasear o para acompañar a mi madre al ambulatorio (hoy mismo), tienen reminiscencias de épocas lejanas, cuando en vez de madrugar trasnochaba y llegaba a casa cuando estaba amaneciendo. Fueron buenos tiempos -yo lo que quería era bailar, y que el baile no terminase nunca-, pero no los echo de menos. La vida tiene sus propias etapas, y así están bien las cosas. En estos sábados de la actualidad, al madrugar, te encuentras con gente que regresa a sus casas, entre la risa y el sueño, el cansancio y la euforia que se apaga de repenteabrazada a otra gente en similares circunstancias o en solitario. Esa algarabía, ya menguaba, se pierde en el cielo despejado, en el canto de los pájaros o en la música a todo volumen que alguien lleva puesta en el coche. También en el olor del café procedente de los bares que ya están abiertos y en el del pan recién hecho que sale de las panaderías que nos encontramos a nuestro paso, camino del ambulatorio o de la caminata. Y luego, por un momento, lo único que nos rodea es el silencio. El de la mañana que comienza. Y en ese silencio, atisbo fogonazos de serenidad que indican que el hecho de cumplir años también trae consigo cosas positivas. Cosas que ya no cambiarías por lo difuso y divertido de aquel otro tiempo. Cosas que nos van definiendo. 

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