sábado, 4 de junio de 2016

La fotografía que no hago

La mujer está sentada en un banco, en plena calle, a primera hora de la tarde, dándole el pecho a su hijo. Concretamente, ahora mismo, el izquierdo. Es un pecho grande y hermoso. El pecho de una mujer joven. El bebé succiona con ímpetu y parece feliz. Podría explicarse la conexión de las madres con los hijos contemplando esta imagen. No hay nada sexual en ella. Sólo una instantánea a la que no hace falta añadir demasiadas palabras. La instantánea habla por sí misma. Me apetece fotografiarla, pero no lo hago: por respeto, por pudor. Ahí están el ciclo de la vida y la naturalidad. Me molestan las personas que se oponen a este tipo de cosas: a vueltas con los reprimidos, con los intolerantes. La fotografía que no hago -por respeto, por pudor- no puede contener más belleza, más serenidad. Reconforta y, de una manera muy sutil, ahuyenta por unos instantes todos los males del mundo. 

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