viernes, 7 de marzo de 2014

Vidas cruzadas

Un día cualquiera, sentado en una terraza, anotando en el cuaderno lo que voy viendo. Una joven pareja que camina a buen paso, con las mochilas al hombro, convencida de que cualquier mañana es buena para no ir a clase y fumarse una cajetilla de tabaco sentados en un banco alejado de la facultad. El chico de pelo alborotado que, desde la misma esquina de siempre, canta cada poco tangos y boleros clásicos. Dos mujeres que pasan por su lado y evocan los tiempos en los que esas canciones les pertenecían. Una de ellas, la que lleva gafas de sol y va más sencilla vestida (como si viniese de hacer deporte), le deja unas monedas en el plato que el chico de pelo alborotado tiene ante sus pies y que el perro que da saltos a su alrededor, con el pelo tan alborotado como el de su dueño, se apresura a husmear. Justo en la mesa de al lado, un anciano, que lleva su segundo vino en menos de diez minutos (son las diez y media de la mañana, aunque creo que, como ese anciano, pronto dejaré de usar reloj), mueve los dedos al ritmo de una de esas canciones, una versión acústica de "Volver". El camarero, con un gesto brusco, ahuyenta a las palomas que van a picotear las patatas fritas y los cacahuetes que le han puesto al anciano y éste deja de seguir la música con sus dedos hasta que el camarero desaparece por la puerta y las palomas, qué pesadas, regresan a por su botín. Dos chicas mulatas, completamente borrachas, dudan si sentarse a tomar la última copa o meterse ya en la cama. Ríen estruendosamente y, al pasar por mi lado, compruebo que una es claramente la madre de la otra, aunque de lejos pareciesen simplemente amigas o hermanas. Abren sus carteras y, sin parar de reír, deciden que lo mejor será largarse para la cama. ¿Qué hemos hecho con el dinero?, exclama una de ellas, la que, de cerca, es sin lugar a dudas la madre. Y se alejan encendiendo un cigarro cada una. Una de ellas, la hija, tropieza con un banco de madera y está a punto de caerse. Más risas. El guarda jurado de una caja de ahorros o de unos grandes almacenes cercanos las mira con cara de pocos amigos y parece a punto de llamarles la atención, pero se contiene. El anciano que mueve los dedos al ritmo de los tangos y boleros clásicos, decide que su siguiente vino será en otro local. Se levanta con dificultad y en la silla que ocupaba se sienta un travesti y pide un café con leche en la taza más grande que tengan y un bocadillo de tortilla de patatas. Tiene cara de sueño y de cansancio. La barba empieza a asomar por debajo del maquillaje. El camarero, al poner las cosas que ha pedido sobre la mesa, no puede evitar fijarse con descaro en sus enormes pechos y, cuando ella se da cuenta, ahuyenta a las palomas que no abandonan en ningún momento la terraza. Ella se centra en el bocadillo de tortilla de patatas (parece muerta de hambre) y con la punta de su bota de charol blanco espanta a otra de las palomas que se acercan a recoger las migas que vayan cayendo. Hojea el periódico que el anciano ha dejado sobre la mesa, aunque parecen importarle poco las noticias que vienen en él. Las imágenes del mar desbordado por el temporal en primera página. El olor de la tortilla llega hasta mí y me abre el apetito. Miro el reloj, aunque creo que pronto voy a dejar de hacerlo, y decido que es hora de de ir a preparar la comida (una tortilla de patatas, quizá). Y de cerrar, por el momento, el cuaderno.        

1 comentario:

  1. Ovidio como siempre bueno. Igual que el café de por la mañana, necesitamos nuestra dosis de tu prosa, también de ésta no sólo de magníficas reseñas de libros estupendos, o no (porque eso al final es cuestión de gustos) Queremos más y más.
    Observar la vida pasar a una hora relativamente temprana y en el centro de la ciudad, sentado en un café, viviendo en los cafés. En los polígonos las cosas no son así porque aquí colores hay pocos, como tampoco gente que observar quitando los que pasan por delante de mi nave cuando desde la parada del Alsa se dirigen a sus puestos de trabajo.
    Por las mañanas cuando se mezcla la gente que madruga con la que todavía no se ha acostado, eso es más divertido, para eso lo mejor es tener una perra madrugadora e irte con ella a observar como pasa la vida.

    ResponderEliminar