miércoles, 27 de noviembre de 2013

Todos los caminos son de perdición


 Como es lógico, resulta imposible atrapar el tiempo y detenerlo. Aunque es algo más que evidente, no siempre somos conscientes de ello. Ah, la juventud. Es ahí, en la juventud, en ese tramo de la vida, cuando menos conscientes somos de ello. Por fortuna, me atrevería a decir. Parece que el mundo se va a quedar así, detenido en la dicha o el placer, y nosotros con él. Pero el tiempo avanza: a una velocidad mayor de la deseada o imaginada, probablemente. Y de pronto, estamos ahí, recordando, recapitulando, siendo ya otros, muy diferentes a los que entonces soñábamos o pensábamos o anhelábamos o perseguíamos otras inquietudes. Todas esas cosas que se fueron quedando en el camino: en aquellos días, en aquellas noches. En aquellos caminos que se bifurcaron, donde dejamos amores o amigos (o ambas cosas), donde sólo queda una frágil luz. Una luz muy débil, que ya apenas alumbra, que ya apenas distingue nuestras figuras, nuestras sombras. Ahora, sí, desde nuestro presente, recordamos. Y ese recuerdo, el del camino recorrido, las risas y las sombras trazadas, aún nos hace daño. Y a veces, algunos de nosotros, con el recuerdo, el del camino recorrido, escribimos. Como escribe Ángeles Carbajal en su nuevo y magnífico poemario, "En campu abiertu" (Ediciones Trabe), que recibió el premio "Teodoro Cuesta" 2012 y que se presenta este jueves, a las 19 horas, en el Club de Prensa.
Recordamos, escribimos, sentimos o ya apenas lo hacemos (o nunca de la misma manera), y esperamos, aún esperamos. Y aguardamos que el final, el nuestro propio -tan lejano, tan cercano: quién sabe- sea lo más benévolo posible, lo menos dañino. "Que la muerte nun m´agarre a un goteru,/ que xuegue llimpio,/ que me pille en campu abiertu". Que nos pille en campo abierto, sí. Ahora que la vida ya empieza a hacer con nosotros lo que quiere. Ahora que hemos ido perdiendo cosas por el camino. Ahora que las casas abandonadas y quienes las habitaron están más presentes que nunca. Ahora. Desde este momento, desde este presente, desde donde escribimos. Y arañamos la rabia. O la desidia. O la melancolía que nos puede y no nos puede. O que nos puede pero que no nos vence, ¡faltaría más! No llegamos hasta aquí para eso.  
Conjunto de poemas que, como un largo poema de apariencia ligera que provoca una honda conmoción, parece que fueron escritos desde la casa sosegada. Sosegada, pese a todo: los años, los desengaños, los sueños frustrados, los amores y los compañeros que se quedaron en el camino... Pese a todo ello, se rememora y se escribe. Y en el sosiego de la casa, habita también quien un día vivió aquella vida para hoy, de forma tan gozosa, contarla, recordarla, ofrecérnosla. Ahora, después de todo. Aunque, como apunta uno de los mejores versos, todos los caminos sean de perdición.

1 comentario:

  1. Reivindico también esa muerte para mi y para los mios, a pesar del dolor de la pérdida repentina.
    "Que la muerte nun m´agarre a un goteru,/ que xuegue llimpio,/ que me pille en campu abiertu".
    Que buenísimo verso.

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