sábado, 2 de noviembre de 2013

Los viajes de Annette y Catherine

Que, a sus setenta años recién cumplidos, Catherine Deneuve siga encadenando una película tras otra, tanto con directores conocidos como desconocidos, dice mucho de su manera de entender la vida y el propio cine. En el riesgo, está la apuesta, viene a decirnos. Su apuesta. La de una mujer que fue un indiscutible icono de belleza y que ahora no tiene prejuicios por salir en pantalla con unos cuantos kilos de más o los pies deformados por esos antiestéticos juanetes (tan comunes, por otro lado). Sigue siendo, pese al implacable paso del tiempo, una mujer hermosa. Muy hermosa. En "El viaje de Bettie", su última película, así lo demuestra. La cámara la sigue constantemente. Incluso, en numerosas ocasiones, la sigue muy de cerca. Esos primeros planos de la actriz, riendo (ríe mucho, aquí, Catherine) o llorando, confusa o resignada, alegre o melancólica, enfadada o risueña, son lo mejor de la película. Una película con buenas intenciones en su planteamiento -una mujer que, acosada por deudas y desengaños amorosos, decide coger el coche y huir- y fallido resultado. La dirección resulta torpe por momentos y el único sentido que tiene es disfrutar del talento de Catherine y de ese modo en que la cámara la sigue adorando como el primer día. "Serás hermosa hasta en el ataúd", le dice aquí su conflictiva hija. Aunque suene un poco macabro, creo que está dicho todo. Y lo será, probablemente. Hermosa hasta en el ataúd.
Dos días atrás, por los mismos motivos que me llevaron a ver la película de Catherine (o sea, su protagonista), hice lo propio con la última de Annette Bening, "La mirada del amor". No es tampoco una gran película, aunque sí está mejor rodada que la otra. Su visión está justificada por la presencia de la actriz (y también por la de ese gran actor que es Ed Harris, que también muestra orgulloso el paso de los años en su atractivo rostro). La naturalidad, el talento, la elegancia, la honestidad y las arrugas que surcan con descaro el bello rostro de Annette justifican la función. Un actriz que afronta el paso del tiempo y esas arrugas con una clase pocas veces vista en los últimos tiempos, donde el bisturí y la silicona campan a sus anchas. Con resultados demoledores, en ocasiones. Como bien sabemos cuando vemos una película o una fotografía y nos cuesta adivinar de qué actriz estamos hablando después de pasar por el quirófano y arruinar aquella belleza que nos cautivó por querer quitarse años de encima de un modo decididamente absurdo. Cuestión de gustos, desde luego.  
Es cierto que a nadie le gusta descubrir cada mañana una nueva arruga en el espejo. Pero hay que asimilar que esa arruga forma parte del viaje, de nuestro propio viaje. Y que le da sentido a lo que somos, a lo que fuimos. Querer eliminarla a cualquier precio sigue pareciéndome un gran error. Como eliminar un desengaño, una experiencia, una carcajada desmesurada. Todo eso que está ahí, definiéndonos. Día tras día.

 

1 comentario:

  1. No vemos guapas a nuestras abuelas, a nuestras madres.. ...tanto estirar tanta silicona con los riesgos q ello implica , como decia Adolfo dominguez para sus bellos trajes de lino!!!!la arruga es bella!! yo no quiero parecer hermana de mis hij@s... soy su madre, mis arrugas son el paso del tiempo , saludos

    ResponderEliminar