viernes, 8 de noviembre de 2013

Una noche con Amparo

La magia del teatro es tan intensa y profunda que sólo es necesario recordar el momento de una representación, el tramo de una obra o la presencia de un actor o de una actriz, para que todo se repita de nuevo en nuestra cabeza. El poder de la memoria, el instante que queda atrapado en ella para siempre. A estas alturas de mi vida, por fortuna, conservo muchos de esos momentos. Únicos e inolvidables (mientras la propia memoria, toquemos madera, aguante). Lo justo hoy es recordar a Amparo Rivelles, que acaba de dejarnos a los ochenta y ocho años, de manera casi silenciosa, con la elegancia que la caracterizaba dentro y fuera de escena. Siendo honestos, para los que amamos el teatro, la cosa ya empieza en el instante mismo en el que te haces con la entrada. Ahora, afortunadamente, con internet y demás, todo es más sencillo. Pero no hace demasiado tiempo, había que hacer grandes colas cuando las entradas para una representación teatral se ponían a la venta en una ciudad pequeña como la nuestra. Allí estaba yo, mucho antes de que abriesen la taquilla, que siempre he sido de los que quieren ponerse en las primeras filas, bien cerca de los actores y del meollo, y eso tiene un precio inevitable, el del madrugón. No importa: desde ese momento hasta que estás sentado en la butaca poco antes de que comience el espectáculo, la emoción pervive. Aún sigue haciéndolo. Y esperemos que continúe así. Querrá decir que, pese a todo (los vaivenes, las desilusiones, los desengaños, el eterno caerse y volver a levantarse), la ilusión no se ha perdido. Continúa intacta.
Allí estaba yo, aquella noche, en las primeras filas del teatro Campoamor, esperando que la Rivelles saliese a escena. "Una noche con los clásicos", con María Jesús Valdés y Adolfo Marsillach. Tres voces entrelazadas. El motivo era, sobre todo, verlas a ellas, a la Rivelles y a la Valdés, porque Marsillach -tan importante, por otro lado, para la cultura de este país: tan recordado- nunca se ha encontrado entre mis actores preferidos. Y allí aparecieron, en un escenario desnudo (sobraba toda parafernalia, no hacía falta ningún adorno o aderezo que distrajera de lo verdaderamente importante: la voz y la palabra), los tres, recitando palabras de nuestros autores clásicos. La elegancia y la dicción de la Rivelles eran deslumbrantes. Una voz alta y clara que parecía haber sido creada para leer aquellos memorables textos (complicados y enrevesados, en ocasiones, todo hay que decirlo). La misma voz que destacaba en aquella serie, "Los gozos y las sombras", donde su magisterio había quedado patente de modo abrumador algún tiempo atrás. Las cosas nunca surgen porque sí, pero en aquella serie todo estaba destinado para que se convirtiese en lo que hoy es, un clásico de nuestra televisión. El texto, los intérpretes (todos ellos), la dirección...
La voz de la Valdés, aquella noche, también, atravesada por aquella honda dulzura (que no era incompatible para que, en un momento dado, la dulzura se transformara en ira, por ejemplo) que la caracterizaba. Ver a estas mujeres (y a tantas otras como ellas: la lista sería demasiado larga) es uno de los lujos que uno ha ido teniendo a lo largo de estos años.
Volví a verla, a Amparo, sobre las mismas tablas, unos años más tarde, en "La brisa de la vida", junto a la gran Nuria Espert. Un duelo de damas. Una delicia para cualquier amante del buen teatro y de las grandes actrices, pese a tratarse de una obra menor, cuyo sentido giraba exclusivamente en torno a ellas. Se notaba ya la falta de movilidad de Amparo, lo que le costaba ir de un lado a otro del escenario, pero no importaba: su clase y buen hacer interpretativo seguían intactos. Poco después, se retiró definitivamente.
Y hoy nos ha dejado, discretamente. Con ochenta y ocho años. Su recuerdo, como el de tantas otras, permanecerá en mi memoria. Sin esfuerzo alguno, aún puedo oír el eco de su voz. Aquella noche, desde las primera filas del Campoamor, en medio de un silencio respetuoso y lleno de expectación. Descanse en paz.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario