Leo este libro conteniendo la respiración, con el paso tembloroso de los que hemos cruzado esa puerta: la muerte de la madre.
Viajo con el niño y su madre, el adolescente y su madre, el hombre y su madre.
Y viajo también con la mía.
Nuestro añorado Luis Eduardo Aute cantaba algo parecido en “Queda la música”.
Queda la música.
Y queda la literatura, por la que este libro está atravesado, de principio a fin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario