viernes, 13 de abril de 2018

Ausencia

Ayer nos deshicimos de todas las cosas de Francesca. Una buena amiga se quedó con lo que le interesaba y el resto se lo llevó para entregarlo a un albergue de animales que hay al lado de su casa. Pensábamos que al deshacernos de todo eso, la situación se volvería menos complicada. Qué ingenuos. Las cosas materiales son sólo eso, cosas materiales, por mucho apego que alguna gente les tenga (a las cosas materiales y al dinero). Los sentimientos siempre van por otro lado. Siempre. 
Es muy duro llegar a casa y que Francesca no salga a recibirte. Entrar en el estudio de madrugada y ponerte delante del ordenador sin ver su cara soñolienta y sin sentir su pata sobre tu brazo como un modo de darte los buenos días. Cocinar y no notar su presencia rondando cerca de los pies, alegremente. Llamarla y que no acuda a tu encuentro. Y así, tantos actos del día a día compartido durante nueve años, podría enumerar (si tuviera fuerzas) muchísimos más. 
Todo es cuestión de tiempo, lo sé. Pero qué tristes se vuelven algunas ausencias. Y qué vacío tan inmenso nos dejan. 

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