jueves, 15 de septiembre de 2016

No sin mi escaño

Vivimos en un país un tanto extraño. Todos sabemos que, pese a todo, es un buen país para vivir, donde, por el momento, ciertos derechos y libertades están garantizados. Toquemos madera. Pero resulta muy curioso levantarse una mañana cualquiera y leer los periódicos mientras tomas el primer café del día. Hoy, sin ir más lejos. Hoy, en la primera plana de todos esos diarios, la imagen de esa mujer, a un paso de la imputación por presunto blanqueo, obligada a abandonar su partido (insólitamente el más votado, no lo olvidemos), agarrada a su escaño como el que se agarra a un medicamento cuando está enfermo o a una barra de pan cuando tiene hambre. Curioso. La ley, al parecer, la ampara. ¿Y la decencia? ¿Dónde se queda la decencia? Parece ser que la decencia no concuerda muy bien con la política en algunos casos. En demasiados casos, siendo fieles a la realidad de los acontecimientos que vamos padeciendo cada mañana, al despertarnos. Después de ese primer café, como corresponde, te tomas tu pastilla para la tensión y tratas de que todo este circo no te afecte más de lo normal, que ya no sabe uno muy bien qué es o dejar de ser lo normal en estos casos. Y así, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, hasta la mañana siguiente en que, al levantarte, descubras en los diarios una nueva y vergonzosa historia de nuestros políticos. Pero no pasa nada, aquí nunca pasa nada. Ya estamos acostumbrados y podemos con todo lo que nos echen, tranquilos.  

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