domingo, 1 de noviembre de 2015

Pongamos que se llamaba Martha

Esta madrugada, leyendo un cuento de Vila-Matas, me he acordado de ti, Martha. De aquellas lejanas y solitarias noches en las que yo estaba ahí, en la penumbra de otra habitación, escribiendo, y tú no sé muy bien en qué lugares andabas perdida (o sí lo sé). En aquel tiempo, escribía y pensaba en ti. No podía evitarlo. Así eran las cosas entonces. Han pasado casi cuarenta años, como en la canción de Tom Waits. Yo sigo aquí, escribiendo, y a ratos soy feliz (muy feliz, aunque esté mal decirlo: que les den a los envidiosos), pero ya no pienso casi nunca en ti, Martha, ni en qué lugares andarás (perdida, imagino, como siempre). De hecho, hacía mucho tiempo que no pensaba en ti. Vamos a echarle hoy la culpa a Vila-Matas y a su cuento. Que es lo bueno que tiene la literatura

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