domingo, 22 de noviembre de 2015

Invierno

Tengo cuarenta y cuatro años y sigo sin entender muy bien todo el asunto de la enfermedad y de la muerte. Quizá sea un inmaduro o un ingenuo, o ambas cosas a la vez, no lo sé. Llevo cinco días dedicado casi exclusivamente al cuidado de Francesca. Apenas come si no es de mi mano. Apenas bebe si no le quito el collar y estoy pendiente de sus movimientos para que no se lama la herida. Su recuperación está siendo muy lenta. Es un dolor verla caminar con pasos torpes e inseguros, cómo intenta con extrema dificultad subirse a la cama o al sofá (algo que antes hacía con gran agilidad), cómo apenas puede maullar y cómo nos mira preguntándose qué demonios es todo esto. Yo también me lo pregunto, Francesca. (Supongo que todo es, como siempre, cuestión de tiempo). Mientras afuera, dicen, ya ha llegado el invierno.

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