sábado, 17 de octubre de 2015

Menú del desarme

Levantarse con una tarea: preparar el menú del desarme. Garbanzos con bacalao y espinacas, callos y arroz con leche. Un menú -excesivo, nos pongamos como nos pongamos- que es tradición en esta ciudad durante estos días. Mi hermana me pidió que lo preparase. Así que, después de leer la entrevista a Joyce Carol Oates y el genial artículo de Elvira Lindo, aquí estoy: encerrado con Marianne Faithfull en la cocina, removiendo por aquí y por allá, preparando el susodicho menú para seis personas. Y pensando en lo mucho que le agradezco a mi abuela Virginia que hiciese callar a los hombres de la familia (aquello de andar entre tarteras y cucharones de madera era, por entonces, algo exclusivo de las chicas: ¡qué tiempos!) cuando, a mis ocho o nueve años, ya me gustaba revolver por su cocina. Es inevitable: cada vez que preparo arroz con leche, la recuerdo. Pero no hay tristeza en el recuerdo. Todo lo contrario. Es un recuerdo alegre, como era ella. Que siempre viene acompañado de esa especie de serenidad que nos alcanza cuando recordamos a quien sólo nos aportó belleza, sentido del humor, sabiduría.

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