jueves, 12 de junio de 2014

Dos mujeres

Dos mujeres -hermanas, huérfanas, un tanto extrañas, estrafalarias y soñadoras-, las Inviernas, en un mundo inhóspito, en un tiempo cruel (Galicia, años cincuenta), regresando de un pasado del que habían tenido que huir. Regresando a la casa familiar, donde vivían con el abuelo y donde la frondosa higuera fue extendiendo sus ramas, sus hojas, por las ventanas sin cristales, a su aire. Dos mujeres y el frío. Diferentes clases de frío: el físico y el de las ausencias, el físico y el de los deseos no cumplidos. Dos mujeres y algún secreto que quizá es mejor no desvelar. En realidad, varios. Varios secretos, sí. Y también algunos anhelos y algunos sueños silenciados, encerrados bajo llave (o no tanto, después de todo). No es una leyenda, aunque podría serlo. Es un trozo de historia, la suya propia, la de las dos mujeres protagonistas, hermanas, huérfanas, las Inviernas, en aquella Galicia, en aquellos años, los cincuenta, cuando Ava Gardner vino a España a rodar "Pandora y el holandés errante", dejando su glamour y su leyenda (la que ya estaba empezando a forjarse por entonces: las noches, las fiestas, las copas, los hombres, los excesos...) en el tiempo gris que vivía por entonces este país. Un glamour al que una de las hermanas desea acercarse y la otra hermana... Dos mujeres que dependen una de la otra, que cosen en la Singer y escuchan emocionadas la novela en la radio, que cocinan, que atienden el campo, la huerta, a las gallinas, a las ovejas, a la vaca... Que todos en el resto del pueblo se preguntan para qué han regresado y les reclaman unos papeles que tienen que ver con una de las partes más surrealistas de la trama. Ah, los esperpentos de aquella España (quizá no tan lejanos como pudiesen parecer). Ellas, a lo suyo, pasando "como el susurro de un avispón, más rápidas que un instante". Las Inviernas, esas hermanas, Dolores y Saladina. Dos mujeres peculiares. Que regresan, sí, sorteando peligros y fantasmas, recuerdos y destinos marcados, mentiras y el pozo negro de la muerte; dejándose llevar por las ensoñaciones de las que nunca podrán formar parte. Que -¿por qué no?- aguardan un futuro mejor. Ahí, en cualquier desliz del destino. Si fuese posible.
Como una especie de cuento algo perverso, de fábula despiadada, de esa leyenda que no es pero que podría ser, "Las Inviernas" nos atrapa, nos envuelve, nos seduce como el susurro de una voz que nos estuviese contando la historia de estas dos mujeres. Todo ese universo mágico y, a ratos, misterioso. Salvaje y feroz. Y cruel. Como lo es la propia tierra que habitan. Y algunos de sus habitantes. Esos que componen una galería de personajes con historia y voz propias, inolvidables. Mención aparte para el personaje del dentista que atiende a una de las hermanas. Su lado oscuro. Su "inapropiado" comportamiento para aquel tiempo. Su descaro, pese a todo, frente al mundo, a la sociedad cerrada en la que vive. Parece un personaje sacado de alguna de las mejores películas de Vicente Aranda o Mario Camus sobre la posguerra.
Y hablando de cine, creo que en esta magnífica novela de Cristina Sánchez-Andrade hay material más que suficiente para una adaptación cinematográfica. Puedo verlo claramente, sin lugar a dudas. Pero antes corresponde leerla, dejarse envolver por ese lirismo y esa crueldad: por las ensoñaciones de esas dos hermanas, por sus vidas, por su destino. Como si alguien nos lo estuviese narrando al oído, rescatando de un pasado lejano (o no tanto), cualquier noche de estas.       

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