miércoles, 18 de diciembre de 2024

Marisa Paredes, la hija de la portera

La vida se puede romper de un momento a otro. Un dolor inesperado y se baja precipitadamente el telón. Sucede todos los días, en todas las partes del mundo, a cualquier hora del día o de la noche. Todos estamos sobre esa cuerda floja, que nadie se engañe. Ayer, cuando ya estaban anunciadas las fechas para su próximo espectáculo teatral (un monólogo, 'Cargada de futuro', de la mano de su amigo Lluís Pasqual), le tocó a Marisa Paredes. 78 años. La hija de la portera, decía con orgullo. La hija de la portera, convertida ya en diosa, seguía siendo la hija de la portera. Siempre tenía el agradecimiento a su madre en la boca, en aquellos labios casi siempre pintados de rojo. Lo que viene a explicar muchas cosas, y todas ellas buenas. De jovencísima actriz hasta ese vídeo que colgó en las redes el festival de Cannes a modo de homenaje al enterarse de la noticia de su muerte. Ahí es nada. Marisa, en la interpretación, podía ser pobre o rica, feliz o desgraciada, transparente o misteriosa. Modular aquella maravillosa voz a su antojo. O al antojo de directores y poetas. Marisa, en la vida real, como le dijo Carmen Maura, podía ser la duquesa de Alba con un vestido de tres pesetas. Hay cosas -la elegancia, el porte, la actitud, la integridad...- que, afortunadamente, no hacen diferencias entre las clases sociales. Marisa era mucha Marisa, y complicado es quedarse con uno de sus papeles. Ella sostenía que 'Tras el cristal' y 'La flor de mi secreto' eran sus mejores interpretaciones. Y aquí hoy no vamos a contradecirla. Aunque pudiese ser las divas de 'Tacones lejanos', 'Sonata de otoño' y 'Todo sobre mi madre' o las mujeres de la tierra de 'El olivar de Atocha', 'Las bicicletas son para el verano' o 'El cojo de Inishmaan'. El abanico podía ser infinito. Como el talento y la capacidad de comprender a quien se tiene enfrente. "Dame una copa y yo haré que sea Nochevieja", le decía a Juan Echanove al final de 'La flor de mi secreto'. Esa era su magia (la magia de las grandes): hacer que fuese Nochevieja aunque estuviésemos en lo más tórrido del verano.

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