sábado, 4 de junio de 2022

Cantando en las azoteas

La casa es oscura, húmeda y antigua. El hombre camina con dificultad por el largo pasillo. Tiene 95 años. Sus piernas están cansadas pero la cabeza aún se mantiene en forma. Fue transformista. Gilda Love. Unas imágenes de vídeo recuerdan las épocas de gloria. De hecho, todavía lo es: transformista. Llama a los dueños de los locales donde antes lo contrataban para pedirles trabajo. Necesita pagar sus facturas, les dice. No parecen hacerle mucho caso. Vive con una miserable pensión. Canta en las azoteas, como hacía de niño, mientras tiende la ropa y calienta la piel hinchada al sol. Pese a su situación y a otros problemas que irán surgiendo en el documental ('Cantando en las azoteas', dirigido por Enric Ribes. Filmin), Gilda no parece derrumbarse. Quizá esa actitud sea la que mantiene su cabeza en forma. Se sienta -acaso por última vez- delante del tocador para maquillarse y ponerse la peluca y las largas pestañas postizas. Las grandes actrices del cine clásico (el rictus imponente de Bette Davis sobre todas las demás) lo observan desde la pared del fondo. Le cuesta mucho calzarse los viejos zapatos de tacón. Y después, ya está ahí: en el bar donde esta noche vuelve a actuar. Escaso público. Hombres de bigote que parecen transportados de aquellos garitos de los años 70 y 80, cuando Gilda conoció el éxito y el país se estaba despertando de un interminable letargo. La canción y las coletillas son muy antiguas. Picardías añejas. Pero Gilda parece sentirse fuerte sobre sus tacones, bajo la enorme peluca. Está en su territorio. Hace lo que mejor sabe hacer, aunque las modas ya no sean las mismas. Y el país, con todo, haya evolucionado favorablemente. Pese a lo anticuada que parece la situación, produce cierta ternura. Un anciano -superviviente de tantas batallas como nos podamos imaginar- rememorando sus épocas de gloria (la Barcelona de los últimos años de la dictadura, los primeros de la democracia), sacando unos euros para pagar sus facturas, ofreciendo al escaso público su profesionalidad y su manera de entender el trabajo y la vida. Rememorando, tal vez, al niño que cantaba en las azoteas junto a su madre, siempre presente. Todos los respetos.     

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