sábado, 28 de mayo de 2022

Escribir

La vida, si no se quiebra antes, es un camino largo y complicado. Encontrar amigos, encontrar pareja, encontrar trabajo, encontrar el cauce adecuado para tu vocación. Escribir, sin ir más lejos. Uno no se levanta una mañana y dice que quiere dedicarse a esto. A esto, por cierto, de lo que la inmensa mayoría no podemos vivir. Ser escritor es tener nueve años, observar a tu madre y a tu abuela en la otra parte de la cocina y plasmar en un papel lo que la imaginación te sugiere acerca de la conversación entre esas dos mujeres. Es un ejemplo. Y de ahí en adelante. Llenar hojas y cuadernos cuando sabes que te van a publicar y también cuando intuías que eso era algo casi imposible. Escribir como necesidad porque todo lo demás no importa. Escribir porque disfrutas haciéndolo, claro. Caminar por la calle o estar en un trabajo que no te gusta y pensar constantemente en esa historia que te ronda por la cabeza. Hacer esfuerzos para que esa idea, si no puedes anotarla en ese momento, no desaparezca. Aquí es donde literatura y deseo se cruzan. Desear que esa historia llegue a buen puerto como desear el cuerpo de esa persona que acabas de conocer y que luego será tu pareja. El camino es largo y complicado, decía antes. Ahí está mi tercera novela, 'La noche se detiene', en la caseta 8 de la Feria del Libro de Madrid, la del Gremio de Editores de Asturias, junto a otros libros magníficos que se editan aquí. Ahí está, digo, mientras escribo mi cuarta novela y aguardo la publicación de mi nuevo libro de relatos (con gran sorpresa incluida). Nada me gustaría más que estar hoy en ese Retiro luminoso. Mi novela lo hace por mí.  

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