martes, 16 de julio de 2019

Marga Sancho, una aproximación

La serenidad, de entrada, es la línea predominante. Paisajes verdes, morados, amarillos, azulados. Paisajes luminosos o al borde la tiniebla que transmiten una calma que lleva implícita cierta inquietud. Esas nubes que pasan, ese sol que quema o que se desvanece inesperadamente, antes de que surja la posibilidad de la tormenta. Y de que la tormenta, de lluvia o de nieve, arrase con todo. Algo así como si la artista, Marga Sancho (Oviedo, 1946), quisiese dejarnos claro que la belleza del río existe y que esa misma belleza (efímera, lamentablemente) puede desaparecer en el instante en el que el río, demasiado seco o demasiado caudaloso, ceda ante los caprichos del destino, siempre imprevisible. 
Algunos cuerpos -o los trazos que los componen- danzan ante el río, aún rebosante de belleza (esa belleza efímera que todavía resiste), bajo un tórrido sol, cansados y contentos, como si celebrasen un solsticio o la satisfacción del trabajo bien hecho. La alegría también se vive con intensidad, sabiendo que la otra cara de la moneda hará su aparición en cualquier momento. 
Luego vienen ellas, las mujeres. Mujeres de espaldas o de frente, con la cara deformada. Deformada, acaso, por el cansancio acumulado tras tantos años de lucha por las injusticias cometidas contra ellas o como una especie de rebelión interior que se manifiesta en deformidad, lamento, grito sonoro tras el grito ahogado (o al revés). Queda patente la incomprensión y la fuerza de una sociedad intransigente que se empeña en negarles los derechos que les corresponden. De ahí, como es lógico, su rebelión. En la deformidad de los rostros, como ocurre también en el grito (seco o ahogado), se pone de manifiesto la voz de las mujeres que han luchado y también, cómo no, la voz de las que no pudieron hacerlo porque sus bocas estaban amordazadas y sus manos atadas. La lucha por esos derechos, presente en estas mujeres de rostros deformados (caras demasiado anchas, cabezas desmesuradas, dientes enfermos), continúa. Quizá, a día de hoy, por tantas razones que no es necesario detallar ahora, de una manera aún más intensa y desgarrada. 
Y así seguirá siendo -estoy convencido- en los próximos trabajos de la artista. Cuando la vida, con todas sus consecuencias y rebeliones, sus luces y sombras, vuelva a quedar atrapada en el lienzo. 

'De la introspección al gesto', de Marga Sancho, puede verse en la Sala de Exposiciones del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo hasta el próximo 21 de julio.     

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