domingo, 10 de julio de 2016

Apunte


[Escrito en el cuaderno, ayer por la tarde, mientras le esperaba]

Tiene la tarde un aroma a hierba ligeramente mecida por el viento, a piel dulcemente abrasada por el sol y el agua del mar, al vino blanco que se toma a última hora de la tarde, después del cansancio de los paseos casi desde primera hora de la mañana entre las olas que se rompen contra los tobillos, en la orilla. Tiene la tarde la lejanía de un tiempo que se fue y la cercanía de un beso que, por inesperado, resulta aún más tierno y descarado. Tiene la tarde una cadencia sensual como jamás la tendrán las mañanas, presagio de noche revoltosa y estrellada (o así). Tiene la tarde un ritmo de música francesa o brasileña, que lleva a otras tardes lejanas con esos mismos ritmos, comiendo jugosos trozos de sandía y riéndonos salvajemente, y teniendo la certeza de que en las pistas de baile -donde te encontré- siempre hay una oportunidad para el amor. Tiene la tarde la alegría del buen tiempo y también, por un instante, la intuición de que todo eso, por eternas que nos parezcan ahora las tardes de verano, será pronto otro espejismo. Arena que se escurre entre los dedos, agujas que aceleran los relojes, y el amago del retorno. 
Y de repente, sigiloso como siempre, tú. 

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