jueves, 3 de septiembre de 2015

El cierre de las librerías

Cada día, al leer las noticias, descubrimos el cierre de una nueva librería. La persona (o personas) responsable de la misma se queda en la calle y la cadena que hay detrás se debilita un poco más. La rabia, la impotencia y el dolor se apodera de las personas que amamos la literatura. Quizá esos sentimientos -rabia, impotencia y dolor- sean aún más fuertes en los hombres y las mujeres que nos vimos en la calle por las mismas circunstancias. Desde entonces, desde que me quedé en la calle, mi situación económica no me permite comprar todos los libros que deseo. A pesar de ello, cada mes reservo un dinero para comprar, al menos, un libro. Ese dinero es sagrado. Seguiré haciéndolo mientras pueda. También, todos los meses, mi madre y mi hermana (¡que las diosas del cine -que son las únicas diosas en las que creo- las bendigan!) me regalan un par de libros. Leo las novedades que me interesan gracias a las bibliotecas y a su estupendo servicio de reserva. A veces hay que esperar, sí, y eso para una persona impulsiva como yo es complicado, lo reconozco. Pero la edad te enseña a manejar de otro modo la impaciencia. Con los años aprendes a dosificar y a relativizar todas las cosas. Jamás he descargado un libro gratis ni pienso hacerlo. No pretendo ser mejor que nadie. Sólo tener la conciencia tranquila. Y, en este aspecto, la tengo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario