martes, 28 de julio de 2015

Café Comercial

Pienso en el Café Comercial y pienso en todos mis viajes a Madrid. En invierno o en verano, era visita obligada. La sensación de estar en un espacio donde el tiempo no corría de la manera en que lo hace. La sensación de estar en un lugar que, en cierto modo, te pertenecía. Aunque estuvieses de paso. Un café, en invierno o en verano, detrás de las cristaleras, frente a los espejos, planeando la jornada -siempre intensa, siempre- por esa ciudad en la que, en cada nueva visita, siempre descubres algo nuevo. Pienso en el Café Comercial y pienso también en un cuento del extraordinario escritor José Ángel González Sainz,  en una película de David Trueba. En su leyenda. Y en todo (cines, teatros, cafés, librerías...) lo que vamos perdiendo en estos últimos años a favor de la horterada, la franquicia y la superficialidad. Una pena grande. Un mundo que, de alguna forma, ya no es el nuestro. En la última visita, a finales de enero, con Íñigo, mi marido, y con Esther Prieto,  editora y amiga, al día siguiente de que mi admirada Laura Freixas presentara `La mujer de al lado´ (Ediciones Trabe), con la ilusión y la satisfacción del escritor de provincias que presenta su trabajo en la capital. La última visita a otro lugar que forma parte indiscutible de nuestra memoria, de nuestro itinerario personal.

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