martes, 3 de febrero de 2015

La vida, sin contemplaciones

Los parajes nevados, la luz anaranjada de un sol tímido que va apareciendo a lo lejos, los rostros medio dormidos aún del resto de los pasajeros del tren reflejados en las ventanillas... Son algunas de las cosas que me encuentro cuando levanto la vista del libro que voy leyendo en este viaje que nos lleva a Madrid, `El amor suicida (y otros cuentos de encargo)´, de Miguel Rojo (en edición bilingüe, castellano y asturiano, a cargo de Ediciones Trabe). Son historias cortas que el autor fue publicando en el diario El Comercio y que ahora, recopiladas en el libro, tienen una unidad inquebrantable. Como, a mi juicio, deben tener todos los libros de relatos. Historias por donde pasa la vida. A raudales. A veces -pocas-, como una caricia. Y otras -la mayoría-, como un cuchillo bien afilado. En muchos de los relatos, hay escondida una sorpresa. Un giro inesperado que te desmontará cualquier idea preconcebida y que te retorcerá las entrañas sin piedad. Nada es lo que parece. Casi nunca. Detrás de una aparente felicidad, está agazapada la cara menos amable del asunto (como casi siempre, para qué engañarse). Así, por ejemplo, ocurre en `Un mal amor´, uno de los mejores relatos del conjunto.
Instantes de felicidad (aparente o real) que se desvanecen en cualquier caso, gente cobarde y gente que no lo es tanto con la que la vida no se ha portado demasiado bien (ah, esa Rosa protagonista del relato que lleva su propio nombre y cuya vida, la que se intuye detrás de cada palabra, daría para una novela; o esa Sofía del último texto que, conociendo su vida y su decisión, nos remite a unos años injustos que no están tan alejados en el tiempo como pudiese parecer), amantes de verdad y amantes que juegan a serlo, misterios que es mejor no desvelar, miserias humanas que no nos son ajenas. La vida en toda su esencia. La vida que, como sabemos, pocas veces es amable y generosa. La vida rozando, en ocasiones, el surrealismo. La vida, una vez más, palpitando a través de un puñado de palabras, de emociones, de sensaciones. Marcando su propia pauta, su propio ritmo. Mostrando el lado afilado, la garra, aunque a veces lo haga exhibiendo sus dotes humorísticas. La vida, sin contemplaciones.
Una voz femenina anuncia que acabamos de llegar a Madrid. El tren se detiene. Justo en ese momento termino de leer el libro. Ese puñado de historias protagonizadas por hombres y mujeres -sobre todo, mujeres- que, pese a la dureza, te deja una extraña paz. Como ese sol que, ya en el andén, descubrimos en el cielo. El cielo de Madrid. Ese cielo que te reconcilia con la vida. Incluso con su falta de escrúpulos, con los escritos y con los que aún están por escribir. No puede ser de otro modo.   
 

2 comentarios:

  1. Absolutamente delicioso, enhorabuena Ovidio, me has emocionado más de lo que lo ha hecho ningún texto en mucho tiempo, simplemente precioso.
    Manuel, Sevilla.

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  2. He leído el libro de Miguel Rojo gracias a tu recomendación.... y ha sido todo un descubrimiento. Gracias por compartir tus lecturas y tu vida.
    Luisa

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