martes, 25 de febrero de 2014

Islandia, Estocolmo

Hay lugares -reales y metafóricos-  a los que uno preferiría no ir. Y también hay historias de amor que es mejor no recordar. Luego están las otras historias, las historias de amor que sí quieres recordar, aunque sea la propia historia que uno está viviendo desde hace tiempo. Recordar los comienzos, los buenos momentos, los descubrimientos, las copas, las palabras, los silencios y las últimas carcajadas compartidas. Recordar todos esos momentos y sensaciones, sobrios o borrachos, cualquier noche, bajo las sábanas, mientras el frío y la incertidumbre -como martillos imaginarios que no dejaran de golpear las paredes- siguen amenazando al otro lado de la ventana. Aquella buhardilla de París, los paseos por Central Park o los paseos por cualquier playa solitaria, o los cafés y las librerías de Buenos Aires y de tantos otros lugares (vivir en los cafés): recordar eso también. Y las canciones de Tom Waits, los atardeceres pausados, las noches interminables, los preparativos de los viajes, las horas en vela, el nerviosismo, la descarada emoción, el ajetreo de los metros y las historias que se pueden llegar a inventar viajando en ellos y observando a la gente. Y pensar en los lugares a los que mataríamos por ir, naturalmente. Islandia, por ejemplo. Y Estocolmo, claro. Dos lugares que supongo que no tienen demasiadas cosas en común. Quizá algún día podamos descubrirlo. Sí, los dos. Y al hacerlo, seguramente recordaremos este texto y el relato y la película que le dan título. El relato, "Islandia", de Sergi Bellver, es uno de los mejores relatos que se han escrito últimamente en este país. Lo he leído varias veces y el estremecimiento sigue siendo el mismo. Islandia. No puede dejar indiferente a nadie con el más mínimo sentido de la sensibilidad y el buen gusto por las narraciones. La historia de esos dos hermanos. De uno y de otro. De ese viaje intenso, emocional. Ese viaje a Islandia en el que uno de los hermanos acaba sintiéndose como un pez inútil. Ese viaje a Islandia del relato y no diré más. Hay que leerlo y releerlo. Como hay que viajar a Islandia, sí, y desde allí, probablemente, recordar esa historia, la de los dos hermanos, la del hermano que acaba sintiéndose como un pez inútil. Como tantas veces nos hemos sentido todos, en Islandia o donde fuese. Como peces inútiles.
Y luego está Estocolmo, la (gran) película de Rodrigo Sorogoyen. Buf. Conviene no hablar mucho de su argumento. Sólo diré algo. Toda la historia me remite a "Funny games", la película de Haneke, sobre todo la segunda y terrible parte. Creo que "Stockholm" es una especie de "Funny games" de las relaciones amorosas. Con eso está dicho todo. El antes y el después. El comienzo de la historia y su final. La noche y el amanecer. Blanco y negro. Dos gin-tonics. Palabras envenenadas. Mentiras. Los besos que se convierten en bofetadas. Más mentiras. Y las ilusiones que se atragantan, sin tiempo o espacio para la tregua. Qué miedo recordar, como decía al principio, ciertas historias de amor. Viendo esta película, resulta inevitable. Ah, la fragilidad de la mente humana. No te permite esquivar la memoria. Vuelve el martillo que golpea incesantemente en la pared. Vuelve, pero sólo momentáneamente. Hay cosas que deben cortarse de cuajo, radicalmente. A pesar del mal trago que deja la película. Turbadora y fascinante película.
Islandia y Estocolmo. Un relato y una película. Dos lugares que algún día visitaremos. Sin el sonido de los martillos que golpean, ni la sensación de convertirse en peces inútiles.

1 comentario:

  1. Yo quiero ir también a Islandia, es otro de los lugares pendientes que me llaman la atención. ¿Me llevaréis con vosotros escondida en la maleta? Si yo voy primero, prometo llevaros.

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