viernes, 23 de julio de 2010

Las dos Nachas

Estamos en Madrid, en la plaza de Chueca, alrededor del mediodía, hojeando los periódicos y los libros de segunda mano que acabamos de comprar. El mes de julio avanza a toda velocidad y hace mucho calor, las cervezas están heladas, las bebemos despacio, muy lentamente, saboreándolas con deleite, sin prisa alguna. De repente, a nuestras espaldas, oímos unos gritos. Tres travestis en plena algarabía. Tienen pinta de no haberse ido a dormir aún. Chillan porque a dos de ellas no las dejan entrar en un bar donde, al parecer, nunca pagan. Eso nos lo cuenta la tercera en discordia, Nacha, bien entrada en los cincuenta, con el rostro bastante ajado y el pelo muy enmarañado, miles de canas abriéndose paso a través de un rubio imposible, que se acerca a trompicones a nuestra mesa, nos da la mano, manos grandes de mujer vieja, dos uñas rotas, la pintura de las otras de un oscuro morado y totalmente escachada, y se presenta. Yo soy la Nacha y sí pago, afirma a grito pelado, que para eso vendo este cuerpo serrano cada noche, aunque la clientela ya no es lo que era. La Nacha paga en ese bar y en todos los sitios, quede claro, concluye con aires de enfado y desafío. Y se despide deseándonos una feliz navidad. Tal cual.
Así las cosas, esa misma tarde, en el teatro Fernan-Gómez, otra Nacha, argentina en este caso, la Guevara, ahora con larga melena rubia platino y unas sobresalientes facultades vocales, vestida entera de negro, nos da toda una lección de teatro. Voz, cuerpo y música, la del piano de Alberto Favero. No hace falta más. Música, poesía y movimiento, sí. Hacen un repaso, los dos, por sus canciones y poetas favoritos. Ahí escuchamos de nuevo, con la emoción de aquellas ya lejanas primeras veces, a Mario Benedetti y a Pablo Neruda, entre otros. Canciones más ligeras, pícaras, algunas con un genial toque absurdo, sirven para que Nacha, aparte de sus cualidades vocales, nos ofrezca también las interpretativas. Es un día especial. España juega un partido muy importante, que -finalmente- lo clasificará como el mejor equipo del mundo. Y ella, Nacha Guevara, agradece profundamente que estemos allí ese día, el último día que presentan el show en Madrid. Y nos regalan un par de canciones más. Y salen los clowns y el recuerdo de un musical, "Eva", sobre la vida de Eva Perón, que ella misma protagonizó el año pasado en su tierra. Cuando abandonamos el teatro, el partido ya ha comenzado. Grandes pantallas lo retransmiten por las calles más céntricas. Mucho gentío y algarabía. Banderas, muchas banderas, y una especie de felicidad y euforia colectiva. Caminamos entre la gente, de regreso al hotel, con las palabras de los poetas en la boca de Nacha resonando aún en nuestras cabezas y la certeza de que los mitos -Nacha, indiscutiblemente, ya lo es- siempre lo son por algo.

3 comentarios:

  1. El musical que protagonizo Nacha no fue "Evita", sino "Eva".

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  2. Yo ese mismo expectaculo lo vi el dia anterior,me emociono,siempre admire a cualquier persona q consigue eso EMOCIONAR,sea cual sea su forma de hacerlo,por ejemplo esta mañana mi amiga la barrendera de mi calle(no digo el nombre por que no lo se)me emociono contando como las esquinas q limpia ahora un dia fue su casa y como consiguio salir de la calle,me EMOCIONO,por eso tanto NACHA como tantos anonimos q lo consiguen los admiro,LUIS

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  3. También he visto a Nacha Guevara en ese espectáculo. Le tengo un cariño tremendo a esta mujer, que vi siendo adolescente cuando España atravesaba la Transición y ella se refugió aquí durante unos años.

    Las canciones en general no fueron del todo de mi agrado, pero cuando contemplas a una artista de ese calibre, incluso aunque no te entusiasme el repertorio, hay algo que te hace vibrar.

    Un saludo cordial

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