La otra tarde, en el Club de Prensa Asturiana, durante casi dos horas que transcurrieron en un vertiginoso abrir y cerrar de ojos, Elvira Lindo habló del oficio de escribir, de las dos ciudades donde ella lo hace habitualmente, Madrid y Nueva York, de la dificultad y el placer que conlleva hacerlo en cada uno de esos lugares tan distintos, tan fascinantes. Repasó su trayectoria: desde sus comienzos como guionista en la radio pública hasta la actualidad, cuando escribe dos artículos semanales -siempre sosegados, sensatos, reflexivos, altamente literarios- para el periódico y está a punto de publicar esa nueva y esperadísima novela, que -estoy convencido- va a ser un éxito rotundo en todos los aspectos. Con simpatía, con soltura, con estilo y con muchas tablas en lo que se refiere al mundo de la palabra y la comunicación, se fue apoderando del público que abarrotábamos la sala y la escuchábamos con auténtica devoción. En estos tiempos de crisis, tan revueltos y donde los medios de comunicación se muestran mayoritariamente crispados, rabiados y enfurecidos, el hecho de escucharla, así como de leerla cada miércoles y cada domingo, transmite una sensación de paz y de serenidad realmente deliciosa y muy, muy necesaria. Recordó las libertades conseguidas, entre todos, en este país y también, ¡cómo no!, su indiscutible condición de icono gay, como las grandes de verdad, por estar siempre ahí, apoyando y defendiendo esos derechos imprescindibles que tanto ha costado lograr y mantener. Ella sabe que las cosas nunca son fáciles. Y con su presencia, su humanidad y su actitud, demuestra vivamente el lado del que está.
Serenidad, sencillez y sabiduría, esas son las tres cosas que, sobre todas las demás, Elvira transmitió la otra tarde, la más lluviosa de esta primavera que llega a su fin. A sus muchas cualidades, como escritora y como persona, debemos añadir de inmediato la de magnífica conferenciante. Ahora, en esta ciudad, lo sabemos.
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