jueves, 28 de septiembre de 2023

Lo único que tiene sentido

A veces, como es natural en una ciudad pequeña en la que llevo viviendo casi cincuenta y dos años, me encuentro con gente conocida que se interesa por mi estado, que me abraza (como Nieves, el otro día, y sobran las palabras porque ella, tan tremenda y tan sensible como es, sabe y yo sé), que me dice cosas bonitas como ayer hizo Ovidio Sánchez, profesor de la infancia al que mi madre y yo solíamos encontrarnos a menudo (vivimos por la misma zona). "Luchaste como un campeón por ella". Y me emociono porque la herida sigue abierta y duele mucho. Abrasa sentir el peso de la orfandad. Pero sé que esas palabras que dijo el profesor son ciertas. Y eso, dentro de la inmensa tristeza en la que habito (a veces, sólo a veces, consigo distraerla un rato con películas y libros tan buenos como los de Ernesto Calabuig, Elena Casero, Muñoz Molina, Ian McEwan -por citar algunos de los últimos que han entrado en casa- o Francisco Alba, cuyos poemas releo constantemente), me produce una serenidad que sería muy compleja de definir. Una serenidad que, en cualquier caso, me reconforta. Porque sí, hice por mi madre todo lo que pude. Lo mismo que hizo ella por mí hasta el final. Cuidarnos mutuamente. Y si algo tiene sentido en esta vida sin sentido alguno, es precisamente eso.   

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