lunes, 28 de mayo de 2018

Las manos de la abuela

La abuela siempre tenía las manos frías y las uñas, muy cuidadas, pintadas de rosa. Veo aquellas manos cada día porque hoy son las manos de mi madre. (Y mañana serán las de mi hermana). La genética, a veces, es despiadada y otras ofrece regalos de incalculable valor. Aquellas manos, las de la abuela, te mantenían a resguardo de la tormenta. Las de mi madre, a día de hoy, realizan el mismo cometido. Manos, las de la abuela, que trabajaban las telas, que removían los alimentos, que daban caricias y pesetas (billetes de cien, de quinientas o de mil pesetas: una verdadera fortuna de la época) a los nietos. Se cumplen hoy 29 años de su desaparición. Y aunque el mundo ha cambiado tanto como todos nosotros, el recuerdo avasalla, conmueve, y también alivia. Porque hay cosas que, aún transformadas, mantienen su esencia de autenticidad. 

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