miércoles, 7 de marzo de 2018

Despedida

No es fácil ser una mujer libre. Menos aún en una ciudad pequeña. Vestir como te venga en gana, acodarte sola en la barra de un bar y pedir una copa de vino como si fueses Kathleen Turner en Nueva York, ir al cine con un amigo treinta años más joven que tú... Parece mentira, pero no es fácil. Ni ahora ni hace veinte años. Mi amiga Loli lo hacía porque era una mujer única y porque tenía un sentido de la libertad muy grande. Aunque viviese en una ciudad pequeña y, a veces, sintiese a sus espaldas el rumor de las críticas. Críticas a las que, evidentemente, hacía oídos sordos. Eso también nos unía. A ver. 
He recordado hoy, acompañando a su familia, muchos de los momentos que compartimos juntos. Aquellas sesiones de cine, aquellas charlas alrededor de unos vinos, aquellas confidencias, aquellas carcajadas... Y sobre todo eso, su presencia en nuestra boda. Nunca podré olvidar su alegría, su emoción, su sinceridad. Su afecto desde el primer momento por Íñigo. Desde entonces hasta ahora. 
La acompañaré por última vez dentro de un rato, y pensaré (otra vez) que, aunque las cosas están como están (en lamentable retroceso) y siempre avanzan mucho más despacio de lo deseado, mujeres como ella son las que contribuyen a la verdadera igualdad entre hombres y mujeres de toda clase y condición. 
Luego, alzaremos las copas y la memoria seguirá haciendo su parte. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario