viernes, 5 de agosto de 2016

Tortilla de patatas

A veces pasa. No tengo ganas de cocinar y sé que tengo que hacerlo. Entonces, pese a la desgana, decido que lo mejor es hacer una tortilla de patatas. Dejo que suene la música y me pongo a ello. Sin el brío de otras veces, pero con decisión. El olor del aceite de oliva calentándose me va reconciliando con la tarea. Poco después, el de la patata y la cebolla, ya en el aceite, hacen lo mismo. Consiguen que me olvide de que, por diferentes causas, no tenía ganas de ponerme a cocinar. La vida puede tener muchos sentidos, pero uno de ellos, sin duda, está ahí, en ese olor que se extiende ya por toda la cocina mientras bato los huevos. La música, suave, queda difuminada. La que procede del fuego adquiere un primer plano. Todo lo demás se vuelve silencio. 
He hecho muchas tortillas de patatas desde que, siendo un adolescente, empecé a cocinar. Muchas. Y luego las he compartido, entre risas o penas, con personas importantes en mi vida. Con personas que siguen a mi lado y con otras que ya no lo están. ¡Cuántos problemas solucionados alrededor de una tortilla y una botella de vino!
A veces pasa. Una simple tortilla de patatas consigue reconciliarte con el mundo.

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