miércoles, 20 de agosto de 2014

Sergi Bellver

 (Texto escrito para la presentación de "Agua dura", de Sergi Bellver, en Oviedo)


Todo comenzó con un libro. Como siempre. O casi siempre. Un libro que mi amiga María Bouzo me regaló. "Nómadas". Un libro compuesto por relatos de diversos autores, publicado por la editorial Playa de Ákaba, con prólogo y selección de Elías Gorostiaga. Algunos autores tan admirados como Carlos Castán, Marta Sanz o Marina Perezagua están en él. Hay buenos relatos en ese libro. Hay buenos relatos, sí, y un relato que, a mi juicio, resulta extraordinario. El relato de un autor del que, en aquel momento, cuando María me regaló el libro, no había leído nada más que el prólogo de otro libro donde varios autores evocaban las relaciones familiares, "Mi madre es un pez". Un relato que me conmovió de un modo especial. Como ocurre a veces, sin esperarlo. Cuando la literatura te pilla así, de sorpresa, casi a traición. Nada hay comparable para un lector enfervorecido cuando eso ocurre. Sobre todo, cuando uno ya ha cumplido unos cuantos años y lleva muchas lecturas a sus espaldas. El relato se titula"Islandia" y su autor es Sergi Bellver, aquí presente. Lo leí, dejé pasar unas horas, horas en las que no podía dejar de pensar en él, y volví a leerlo. El efecto causado seguía siendo el mismo. En esas horas transcurridas entre la primera lectura de "Islandia" y la segunda, salí a dar un paseo. Pensé entonces en aquellos dos hermanos, en aquella relación, en aquel lugar, Islandia, que, de pronto, me apetecía conocer de inmediato. Pude imaginar la película. Se trata de un relato muy cinematográfico. Un relato muy visual y poderoso.
Escribí en el blog la conmoción que me supuso el relato y se lo hice llegar a Sergi. Previamente, le había pedido amistad en esa espléndida manera de comunicarse  que es, si lo sabes hacer con cabeza, Facebook. He de confesar que, pese a mi falta de timidez, me daba un poco de no sé qué cuando vi que en su cuenta, debajo del nombre, ponía Cuenta Privada. Hay escritores que no quieren que se les moleste, pensé. O qué sé yo. A mí me sonaba a esos letreros que había antiguamente en las fincas (hace mucho que no los veo) y que decían: "Ojo con el perro". Sin embargo, vencí aquellos temores, le envié una solicitud de amistad, le conté lo mucho que me había gustado su relato, y enseguida me dio amistad. El muro de Sergi, descubrí, estaba lleno de literatura. Eso me gustó. Hacer literatura con las cosas cotidianas. Eso siempre me gusta. A los pocos días, escribí ese texto en el blog y se lo comuniqué. Me lo agradeció de inmediato. Y ahí supe que el perro no era tan fiero como quería parecer. Me prometió que la editorial me enviaría el libro. Y así lo hizo, poco después.
Recibí el libro y me lo devoré casi de un tirón, de madrugada. Qué buenos malos ratos me hizo pasar. Es un libro complejo (que no difícil de leer), denso y profundo. Complejo como lo son las relaciones humanas, las relaciones familiares. Con una violencia que no está en el paisaje (aunque a veces sea árido o inhóspito), sino dentro de los propios personajes, como a veces lo está dentro de nosotros mismos. Una violencia que debe ser amortiguada, y que de hecho lo es. Por el propio viaje que llevan a cabo sus protagonistas, que no es siempre un viaje metafórico sino un viaje real, el que cada uno debe emprender cuando se encuentra al borde de la encrucijada. No son viajes sencillos: ni lo reales ni los metafóricos. No creo que el de ningún ser humano lo sea. El dolor, la impotencia o la rabia están presentes en todos los viajes de estos hombres y mujeres. Como lo están sus miedos y obsesiones. O el peso de sus relaciones familiares. O el peso de la propia vida. ¡Cómo pesa la vida!, dice la protagonista de una de las mejores novelas de Soledad Puértolas. Más que la muerte, añade. Algo así podrían decir estos personajes. Dejé "Islandia" para el final de aquella lectura. Hay varios relatos que me gustan mucho de este libro. Que me gustan porque los lees y no los olvidas. "El nudo de Koen", por ejemplo, es ahora mismo uno de mis favoritos. Cada lector tendrá los suyos, como ocurre siempre con los libros de relatos. Volví a leer "Islandia". El impacto seguía siendo el mismo. Sé que la sombra de ese relato me acompañará durante un buen trecho. No en vano, unas palabras de esa historia encabezan las páginas de mi próxima novela. Son esas que dicen: "La sal de la memoria a veces forma una gelatina bajo la piel de todas las cosas y no hay manera de quitarse su olor, aunque uno pase el resto de su vida lavándose las manos".
Espero que todas estas historias os emocionen de la misma manera que me han emocionado a mí. Para eso estamos hoy aquí. Para invitaros a recorrer cada uno de estos viajes: los reales y los metafóricos. No serán fáciles, ya lo advierto, y en algunos casos habrá que implicarse. ¿Qué sentido tendría si las cosas no fueran así?

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