miércoles, 19 de diciembre de 2012

Reseña de Hilario Barrero sobre "El tiempo que vendrá"

(Esta reseña aparece en el último número de la revista Clarín)

Boca de lobo
Recordar es volver a vivir y es también transportar el tiempo pasado al presente en la carroza de fuego del recuerdo. El tiempo que vendrá ya esta aquí, ha llegado envuelto en una lluvia fina que moja nuestros sentidos que viene y nos trae la perdición y la salvación, el principio y el fin de una historia; dos mujeres ejemplares: una abuela y una madre; dos ciudades y una plaga: Oviedo: un cuarto oscuro como una boca de lobo y Nueva York: luminosa y redentora y de fondo una infancia maldita y cruel. Un retablo compuesto de siete tablas con una historia distinta que se pueden leer independientes.
El tiempo que vendrá, el último libro de Ovidio Parades, publicado por Trabe, es una confesión íntima y descarnada, una larga confidencia en donde destaca la honradez que es la mayor virtud del libro. Es también un documento social, un grabado en blanco y negro de una época oscura en muchos sentidos y una memoria sentimental escrita con una claridad que ciega. El tiempo que vendrá nos cuenta situaciones reales envueltas en una ficción que no lo parece, nos habla de una etapa de la vida de un hombre joven que creyó descubrir el amor y lo que descubrió fue el desamor.
Escrita en un lenguaje coloquial, sin diálogos para que no entorpezcan el ritmo del relato, el libro es una larga conversación lineal de la voz narrativa con nosotros los lectores. Es precisamente este tono coloquial una de las virtudes de la narración.
Se escribe de lo que se sabe, como es el caso en El tiempo que vendrá y el resultado nos da una obra sincera, honda, seria, una bocanada de aire fresco y también de fuego que nos refresca los sentidos, pero que también nos abrasa la razón. Es la crónica de una vida de provincia en la que nada pasa ni siquiera el tiempo. Dentro de esa monotonía agobiante, que algunos romperán alejándose a grandes ciudades donde vivir su vida anónima y libremente, hay vidas que sufren, lloran, se desesperan y son infelices.
En El tiempo que vendrá (que uno se resiste a llamarlo novela porque piensa que es encasillarlo en un genero concreto) hay que destacar, por su plasticidad de planos y de personajes, que es un perfecto guion cinematográfico, casi siempre de tendencia neorrealista, descarnado y violento; a veces con un toque ácido de las películas de Berlanga o Buñuel y cuando aparecen los personajes femeninos la película cobra una atmósfera delicada y suave. Cuando lo oscuro aparece siempre es como un aguafuerte de Goya. Se aprecian las panorámicas precisas de adjetivos a cámara lenta, los primeros planos luminosos, los retratos de personajes secundarios que son inolvidables, el movimiento amoroso de la cámara/lenguaje. Hay dos momentos que uno valora: la aparición estelar, un tanto humorística y surreal, de un ícono de nuestro cine español y la presencia del mundo del libro y de la labor de un librero profesional.
Es refrescante encontrarse como el protagonista acepta su condición sexual con valentía y nos presenta a una familia normal, con sus defectos, pero no una familia monstruosa o castrante. La madre y la abuela, la hermana y el padre, hasta el abuelo que se emborrachaba pero no pegaba a su mujer, son personajes llenos de gracia. El único capítulo que a uno le llama la atención y le cuesta asimilar por su crueldad es el titulado, con una doble intencionalidad y afortunadamente, “Manualidades”. El mejor cuadro para nosotros es el titulado “Los años oscuros” que es el más claro y en donde en la boca de lobo aparece la salvación que se llama Eneko, uno de los personajes que, siendo una sombra débilmente bosquejada, es posiblemente el mas nítido y el que vuela más alto, el de más volumen de todo el retablo. En la dicotomía amorosa del relato funcionan dos amores: Rafa y el citado Eneko: el alfa y el omega, el mal y el bien, la muerte y la vida. Eneko, sin saberlo, la luz, el ángel salvador. Él ilumina la noche y las salas oscuras, el que llena de cal al lobo de la boca de azabache.
Ovidio Parades ha conseguido, en un relato breve, escrito en un lenguaje coloquial y aparentemente fácil, plasmar un periodo oscuro y hacerlo claro. Por el libro corre una nostalgia que cae como una lluvia fina que nos moja dejándonos empapado el corazón. El tiempo que vendrá es una memoria de luces y de sombras, de ceniza y de humo, de noches largas y campos minados, de nostalgia y de dulces recuerdos. Un libro que fija el amor en tiempo de plaga, la muerte en tiempo de vida y la salvación en tiempo de perdición.

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