sábado, 8 de diciembre de 2012

Cantar y sonreír

Conviene no perder la calma. Eso le digo a una amiga con la que me encuentro por la calle. Tiene un negocio y hoy toca decorar el escaparate, la tienda en general, con los adornos navideños del año pasado o del anterior. Me dice que es lo último que le apetece hacer, pero que no le queda, como es lógico, otro remedio. No tuvo fuerzas para hacerlo hasta ahora, ya metidos en este largo puente de diciembre. No se vende nada, apenas entra gente, ¿sabes lo que es eso? Por desgracia, lo sé bien. El último año de trabajo en la librería Trabe fue espantoso, demoledor, en este sentido. Conozco bien la sensación de la que me habla mi amiga. El sentimiento de rabia y de impotencia. Cerrar una tienda en la que no entró nadie en toda la tarde e irse para casa con una sensación de tristeza y de miedo, de abatimiento. Sí, lo conozco bien. Y no se lo deseo a nadie. Trato de animar a mi amiga, ¿qué voy a hacer? Utilizo el argumento de la Navidad. Aunque mucha gente se haya quedado sin paga, hay otra que aún la tiene y quizá se anime a gastar un poco de ese dinero en regalos, tratando de hacer como si aquí no pasara nada. Está el miedo, me dice. La gente que aún tiene trabajo, argumenta con sentido, no lo gasta en previsión a lo que pueda ocurrir más tarde o más temprano... Le deseo suerte y me despido de ella. Por un momento, antes de la despedida, me viene a la cabeza la idea de que quizá pueda ayudarla a colocar las cosas navideñas, pero no me siento con fuerza para eso y no digo nada. He tomado la decisión de no pensar demasiado en todas las cosas tremendas que nos rodean durante el mes de diciembre. Estamos aquí, estamos todos, sigamos hacia delante. Intentemos hacerlo de la mejor manera posible.
Hablo con mi amigo Emilio y me dice que hoy toca cantar y sonreír, adornar la casa con su hija, esa niña que conocimos hace unas semanas y en la que descubrí la misma luz que tiene su padre. No queda otra. Cantar y sonreír. Me gusta eso. De eso se trata, precisamente. La decisión que yo había tomado para este mes de diciembre era ésa, cantar y sonreír. Y lo que tenga que venir... Pienso, mientras hablo con Emilio, que esas dos palabras -cantar y sonreír- eran las que siempre aplicaba mi abuela Virginia en los peores momentos, cuando su marido se quedaba sin trabajo y ella tenía que sacar adelante a su familia. Lo hacía así, cantando y sonriendo, mientras cosía hasta que se quedaba sin fuerzas de tanto darle al pedal de aquella vieja máquina o a las agujas de tejer. Pasaron los años y las cosas mejoraron, y ella no dejó de aplicarse esa filosofía hasta el final de sus días. Incluso cuando estaba enferma, muy enferma, cuando apenas podía salir de casa por la fatiga que le proporcionaba su dolencia cardíaca. Siempre tenía una sonrisa en la boca. Siempre. Una sonrisa amplia y luminosa. El cansancio de la enfermedad, tan presente en los últimos años de su vida, se quedaba en un segundo plano. Y prevalecía la sonrisa. Así es como la recuerdo: cada día. Con aquella sonrisa con la que parecía desafiar a todo lo malo, a todo lo negativo, incluida la enfermedad, que siempre es lo peor de todo, contra lo que todas las armas de las que disponemos son pocas. La recuerdo desesperarse durante unos segundos porque no podía bajar las escaleras que separaban su piso del piso de abajo, donde estaba la peluquería a la que, tan presumida como era, acudía todas las semanas. Y luego, de repente, ya la recuerdo cantando y sonriendo, haciendo desaparecer aquel gesto de dolor y de rabia como por arte de magia. Así, cantando y sonriendo, la recuerdo siempre. No he conocido filosofía mejor. Aunque no siempre haya sabido aplicarla en mi propia vida. Este diciembre sí lo haré. De hecho, ya lo estoy haciendo.

4 comentarios:

  1. No es mala filosofía: cantar y sonreir. No sé si todos estaremos dispuestos a hacerlo, sin embargo, de lo que estoy segura, lo que no me cabe la menor duda, es que la mejor canción y la mejor de las sonrisas, está por llegar para todos.

    ResponderEliminar
  2. Cantar y sonreír eso está bien. Lo de desear muchas felicidades, que la felicidad inunde los hogares y corazones en estas fechas "tan señaladas" es harina de otro costal...Yo no estoy por la labor.Melancólicas,tristes,frías y desoladas navidades es lo que me deseo...para equilibrar tanto almibaramiento callejero y familias. Sonreír y cantar. A eso sí me apunto.

    ResponderEliminar
  3. Cantar y sonreir siii. Yo siempre canto a pesar de hacerlo fatal, la musica las palabras abren caminos y la sonrisa nunca la voy a perder. Felices fiestas!!

    ResponderEliminar
  4. Cantar, sí. Aunque este mes sea a media voz. Sonreír tambien a pesar del cansancio y la tolerancia agotada. Haciendo terapia de grupo. Charlando con los amigos en una cena de Navidad que tardará años en volver a ser lo que fue.

    ResponderEliminar