domingo, 12 de agosto de 2012

Travesías

Los dos hombres regresan a la casa que comparten, cerca de la una de la madrugada. Las calles están prácticamente desiertas, como durante el resto del día. El mes de agosto siempre supone una extraña travesía. Quizá, piensan, la gente esté en sus casas, en sus sofás, viendo los Juegos Olímpicos o la enésima reposición de cualquier serie (no siempre reponen, lamentablemente, las mejores). En una de las terrazas que se encuentran a su paso, dos parejas hablan en voz muy alta, casi a gritos, peleándose por coger la palabra. Parecen extranjeros, alemanes quizá, pero no lo pueden asegurar. Sus voces y el tintineo del hielo en sus copas rompen estrepitosamente el silencio de la noche. En ese mismo bar, detrás de la barra, la camarera, vestida con un escueto top blanco y una cortísima falda negra, baila al ritmo de la música que están poniendo en la televisión, en uno de esos canales que sólo emiten vídeos musicales (de artistas latinos, seguramente), y da largos sorbos a su mojito. Inlcuso le ha colocado una sombrilla de papel con motivos japoneses. Una sombrilla de color verde, como la bebida que está ingiriendo. Los dos hombres hablan de la posibilidad de tomar un copa en el local, pero, finalmente, no lo hacen. Dejan que la camarera siga bailando a su aire, sorbiendo su decorado mojito, distrayendo su aburrimiento. Un coche acaba de aparcar en la acera de enfrente y de él sale un chico mulato que, están convencidos, se trata del novio de la camarera. Lleva casi todos los botones de la camisa desabrochados y un enorme anillo de plata, que reluce vistosamente en la oscuridad, en uno de los dedos de su mano izquierda. Los dos hombres siguen caminando. Han cenado con la hermana de uno de ellos y con su novio. No ha estado mal la cena, piensan, pero ha sido una buena hora para retirarse. Atrás han quedado las noches interminables, los bailes hasta que cerraban los bares, los desayunos en cualquier cafetería que estuviese abierta a esas horas, las del amanecer. En esta ciudad o en cualquier otra. No sólo se trata de la cuestión económica. También de cansancio. Fueron muchos años así, agotando la noche, las noches. Esta es otra época. Más austera para (casi) todos. Los operarios de limpieza riegan las calles, lo que, sin duda, sirve para refrescar el ambiente, tan cargado de bochorno estos días. Sancho Gracia, ese hombre al que siempre recuerdan como una de esas personas que supo reírse con la vida (o eso parecía: en cada entrevista, en cada fotografía), acaba de morir, alargando la lista de gente importante e irremplezable que se está llevando este verano interminable, pero los dos hombres aún no lo saben. Esos dos hombres que ahora entran en el portal y que se preguntan qué vendrá después, cuando la travesía de este agosto llegue a su fin. Que se preguntan y que, ya vencidos por el sueño, después de recordar la impresionante interpretación de Sancho Gracia en "Jarabo" (entre otras poderosas interpretaciones), dejan de preguntárselo.

4 comentarios:

  1. A esos dos hombres, que han dejado de preguntárselo, seguro que les llegará después, al final de la travesía, de esta época delicada, que estamos pasando: una salida.

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  2. Mi " nuevo " Lucas, por estas cosas de la curiosidad femenina, acabo de leer tu cuaderno de ruta... He de decirte que... mi Lucas era sordo y mudo y que seguramente no sabría describir los ambientes, las situaciones, en fin , la vida pasar, como lo haces tu... Tu nueva fan...

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  3. Lo que da de sí el cansancio tras una larga noche. Si en ese "estado" logras "ver" tantas cosas,y con tanto detalle(el anillo de plata,la sombrilla verde del mojito...) no es de extrañar que puedas describir( escribir, quiero decir)otras situaciones en otros estados más lúcidos y convenientes. Llevas en la sangre lo de ser un buen escritor; un contador de historias nato.

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  4. Experto en contar historias, aún en las condiciones más inesperadas. Un anillo de plata, una sombrilla en un mojito, dan cuenta de tu extraordinaria capacidad para contar, para transmitir y para comunicar.El escritor no descansa nunca; hilvana, desentraña, busca y da fe de cuanto acontece en derredor. Hacerlo como tu,Ovidio,es extraordinario. Gracias por compartir tu talento.

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