lunes, 13 de agosto de 2012

Marilyn

No recuerdo exactamente si la primera vez que oí hablar de Marilyn fue a Terenci Moix o a Loli, una amiga de mis padres de los tiempos en que aún estaban solteros y que, con el tiempo, también se convertiría en amiga mía, entre otras cosas por nuestro común amor por el cine y toda la magia de lo rodea. El cine y sus estrellas. No en vano, Loli siempre tuvo un aire a la propia Marilyn, a la que sobra decir que adoraba. ¿Quién, por otro lado, no adora a Marilyn? Hay actrices que te encandilan por su manera de actuar, de moverse delante y detrás de las cámaras. Por su fuerza o su vulnerabilidad. Por su temperamento o la fragilidad de sus gestos. Pero la palabra que mejor define lo que se siente por Marilyn es esa, adoración. "Una criatura adorable". Así tituló Truman Capote el mejor retrato que se ha escrito sobre la actriz. Creo que nadie logrará superarlo. Palabras mayores de la literatura. Melancólico y evocador texto de un tiempo que, lamentablemente, jamás volverá a existir. Estos días que todo el mundo habla de la actriz al cumplirse los cincuenta años de su desaparición, yo me he acordado de Terenci y de Loli. Fue en su casa, en casa de Loli, donde, junto a su hija, Silvia, dos años mayor que yo, vi mi primera película de Marilyn, "Niágara". Mi padre no quería comprarnos uno de aquellos aparatosos vídeos que se estaban poniendo de moda en los años 80 y donde se podían recuperar, vía alquiler, todos aquellos clásicos que no habíamos podido ver en su momento en el cine (de algunos de ellos, pudimos disfrutar en aquellas maravillosas sesiones de cine que daban los sábados por la noche en el inolvidable programa "Sábado cine"). No quería, mi padre, comprarnos el dichoso aparato porque decía que nos iba a distraer de los estudios, pese a la reiterada insistencia por parte de mi hermana y mía, sobre todo mía. Tardó algún tiempo en hacerlo, en comprárnoslo, seguramente cuando finalicé algún curso con todas las asignaturas aprobadas, matemáticas (las odiaba) incluidas. El caso es que allí estábamos, en el salón de su casa, Loli, Silvia y yo, viendo "Niágara", que la propia Loli había alquilado aquella misma mañana en uno de los primeros videoclubs que se habían abierto en Oviedo, al lado de nuestras casas. (Con la chica que llevaba aquel videoclub, acabaría bailando muchas noches hasta el amanecer, años más tarde, en La Santa, pero esa ya es otra historia...). Las luces apagadas, el silencio cómplice del que está disfrutando de una misma cosa y los andares insinuantes de Marilyn en aquella película. Su vestido fucsia, los labios a juego, los tacones de vértigo, la picardía, el deseo, la sensualidad, la sexualidad, la voz susurrante... La observábamos maravillados. ¡Parecía que la propia Marilyn estuviese allí, en aquel mismísimo salón! Luego leería todo lo que se escribió sobre ella, que venía a ser lo que estamos sintiendo en aquellos momentos, contemplándola, y que no se puede resumir de otro modo que con las palabras con las que Capote tituló su retrato de la actriz: una criatura adorable, de la que no podías apartar la vista ni cuando aparecía a su lado Joseph Cotten, aquel pedazo de hombre y de actor. Después, cuando ya conseguí aprobar aquellas dichosas matemáticas y mi padre nos compró al fin el vídeo, pude disfrutar de todas sus películas, que poco a poco iban siendo recuperadas en aquel formato. "Bus Stop", "Con faldas y a lo loco", "Eva al desnudo", "Vidas rebeldes"... Todas las que conformaron su leyenda. Esa leyenda que, tras su muerte, iría aumentando a pasos agigantados: por su aportación al cine y por todas las demás cosas que la rodeaban. Y dejando, en cada uno de nosotros, hasta el día de hoy, una huella única e imborrable. La layenda, para mí, empezó en la penumbra de aquel salón, el de la casa de Loli, con aquella Marilyn que parecía que estuviese representando su papel a escasos metros del sofá. Sólo para nosotros.

1 comentario:

  1. Por alguna razón que no sabría explicar con palabras, cuando pienso en Marilyn, mi imaginación siempre la coloca, al lado de Sinatra, ambos, al borde del abismo.

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