miércoles, 1 de agosto de 2012

Lo que nos quede por vivir

Mis padres se casaron el 1 de agosto de 1970, en Mieres. Ese mismo día, al otro lado del Atlántico, moría la actriz Frances Farmer, a los cincuenta y seis años, después de una vida llena de excesos, turbulencias e incomprensiones. Viendo ahora, cuarenta años después, aquellas fotos, las de la boda, me producen una gran ternura. Todas, en el riguroso y un tanto apagado blanco y negro de la época, muestran a mis padres en diferentes momentos. A la entrada de la iglesia, a la salida, durante la ceremonia, en el restaurante donde tuvo lugar el banquete. Mi padre, elegante, con su traje oscuro y su impecable corbata, trata de ocultar con su atractiva sonrisa cierto nerviosismo. Mi madre, con su larga melena negra, su sencillo vestido blanco y su precioso ramo de grandes flores, también sonríe, aunque se muestra, como siempre, más tranquila, más relajada. Los dos parecen contentos, ilusionados, expectantes, enamorados, algo asustados. Tienen pocos años y toda una vida por delante. Una vida que se irá llenando poco a poco de muchas y diferentes cosas. Se sienten arropados por sus respectivas familias. Ahí, sí, pasando las hojas de ese álbum con las tapas un poco envejecidas por el paso del tiempo (pese a que mi madre lo conserva primorosamente guardado en una bolsa de plástico transparente), puedo verlos a todos: los padres, los hermanos, los tíos, los primos, la única sobrina que tenían en aquel momento, nuestra prima Luisa María, de apenas cinco años, con su minúscula falda de tercipelo negro, sus zapatos de charol y su camisa blanca de fiesta. Su madre, la tía Charo, la hermana de mi padre, a su lado, con un vestido también muy corto y un modernísimo sombrero de plumas, de numerosas e inquietas plumas, que le da un pizpireto aire a una joven Elizabeth Taylor. Muy cerca, la abuela Virginia ríe constantemente (en casi todas las fotos aparece así, riendo, feliz, muy enamorada de su marido, el abuelo Tomás, barrendero de profesión, un buen hombre en todos los sentidos), con aquella risa abierta, limpia y muy contagiosa que tenía. La mayoría de ellos, ya no están aquí hoy, cuando nos reunimos a su alrededor para celebrar esos cuarenta años de unión. La muerte, inflexible, que nunca ofrece tregua. ¡Cuántas cosas han pasado desde aquel lejano día! Cuatro décadas, dos hijos deseados, varias enfermedades, risas, lágrimas, viajes, problemas, celebraciones, muertes de seres queridos (los padres de ambos, los dos hermanos de mi madre), cientos de aventuras, buenas y malas: la vida en estado puro. La vida de mis padres. Esa vida que empezó una tarde gris, tres años antes de esas fotos de boda, cuando los dos se refugiaron debajo del mismo paraguas para protegerse de la lluvia. Y que durará lo que el destino, siempre tan caprichoso, quiera que dure. Hasta entonces estaremos ahí, a su lado, como ellos están siempre al nuestro y al de todas las personas que nosotros decidimos que nos acompañaran en una u otra época de nuestro viaje, de este extraño viaje. Una familia. La nuestra. Con sus virtudes (muchas) y sus defectos (nadie es perfecto, ya se sabe, y así -creo- debe ser). Con la que disfrutar, en la que apoyarse, durante todo el tiempo que nos quede por vivir.

3 comentarios:

  1. La vida con mayúsculas, Ovidio. Tan extraña como el viaje extraño que representa. Las despedidas(lo más duro-por incomprensible-siempre)y las llegadas;las celebraciones y los desencuentros.Vivir viviendo la vida,anhelando más vida para seguirla viviendo, a como dé lugar;contra viento y marea y en el sosiego de la paz(que también,también se vive para disfrutar).Ojalá que cuanto más tiempo mejor, y en la mejor compañía. Apapachos para toda tu familia Ovidio.

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  2. Me parecen unos de los textos más hermosos que leído en los últimos tiempos. Un homenaje muy digno a unos padres que han hecho con sus enseñanzas, educación, principios..., a una excelente persona: Ovidio Parades.

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  3. superbonito, Ovidio te deseo la dicha de poder compartir muchos momentos buenos (y malos, que compartidos son más llevaderos) con tus padres y una larga vida para ellos.

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