Las noches son cortas (cada vez menos), sentimos calor, bebemos cerveza helada, comemos ensaladas (engañamos a la lechuga con diferentes ingredientes porque nos cansa más que subir 50 escalones), nos abanicamos, llevamos pantalones cortos, el sudor corre por nuestras frentes y en la radio y los periódicos sólo hay espacios estúpidos, los cines sólo programan basura, pero el verano no existe. El verano es otra fantasía. El verano es un fantasma que se quedó atrás. Muy atrás. En aquellos días luminosos donde todo podía ser posible. El sol de la infancia y todo eso. Allá en el sur y aquí en el norte. Cielos despejados, cielos nocturnos que ofrecían calma y estrellas. Cuéntalas. Las cuento y ya me pierdo. Vuelvo a empezar. Sol. Arena. Crema protectora. Cines al aire libre. Sandía en grandes rodajas y arroces de toda clase. Melocotones que parecían sacados de un decorado (nadie ha comido un melocotón como Ángela Molina en 'Lola', de Bigas Luna). Las manos de mamá, las reprimendas de papá por alejarnos de la orilla, los helados de vainilla, los granizados, el café con hielo, las primeras lecturas, el primer deseo, los cuerpos desnudos... Fotos, muchas fotos. ¿Dónde se quedó todo eso? Sólo en la memoria para afrontar estos veranos insoportables de asfalto y calles desiertas. Todo a cien. Todo SE VENDE. Todo SE ALQUILA. Todo cerrado. No atendemos la terraza. Ya tenemos lotería de Navidad. ¿Y si cae aquí? Voy a comprar un libro. Cielos encapotados, bochorno y amenaza de lluvia. Y aun así... Aun así, ya ves, estamos vivos. O eso parece.
miércoles, 13 de agosto de 2025
lunes, 4 de agosto de 2025
Drowning dry (Cuando todo se hunde)
El antes y el después de una tragedia que, como tantas otras, llega de manera inesperada. El director lituano Laurynas Bareiša va intercalando pasado y presente de manera sutil, poética y muy convincente. Las secuencias de la vida anterior, repletas de significativos silencios, son un tanto desasosegantes, pese a lo idílico del paisaje y la apacible convivencia, porque se intuye que algo muy serio va a suceder en cualquier momento. Y sucede. El antes y el después que conforman un puzle al que el director pondrá punto final con una mesa donde se evidencia, en cruel y feroz metáfora, la podredumbre que esconde una tragedia de demoledoras consecuencias para los protagonistas (magníficos todos, en especial las dos hermanas, Gelminé Glemzaité y Agné Kaktaité). Como si alguien destrozase de repente y a cañonazos el reconfortante canto de los pájaros en una soleada mañana de verano. La vida, esplendor y decadencia, crueldad y dolor, en toda su esencia. Sin piedad. Sin miramientos. Muy recomendable. En Filmin.